domingo, 26 de abril de 2020

Escrito durante el coronavirus 41

Después de tantas semanas de pésimas noticias, que hemos intentado soportar sin perder el sentido del humor en medio de la catástrofe, las buenas noticias de hoy son que los niños pueden salir a pasear una hora al día (por mi calle ha debido de pasar Herodes, porque miro por la ventana de vez en cuando y no veo ningún niño) y, para los que no tenemos niños paseables, que el sábado que viene, 2 de mayo, los adultos también podremos salir a pasear y a hacer ejercicio. Eso sí, únicamente con las personas con las que convivimos, lo cual en mi caso quiere decir que saldré solo. De momento, no podré reanudar los paseos de los sábados en grupo, y mucho menos culminarlos con un aperitivo o una comida, ya que la reapertura de la hostelería todavía se ve lejana y va a resultar muy problemática.

Hasta que no podamos ir a un bar o a un restaurante, no podremos decir que hemos recuperado cierta normalidad. Espero que la normalidad total no la recuperemos nunca, porque más que normalidad era una anormalidad, sabíamos que nuestra civilización es insostenible y nos conduce a la extinción. Los primeros avisos, como el cambio climático, los hemos ignorado en la práctica, haciendo como que hacíamos algo, pero básicamente hemos seguido viviendo como si el planeta lo aguantara todo y tuviéramos recursos inagotables. Con reciclar un poco la basura y poner a todo el adjetivo “sostenible” nos conformábamos. Ahora nos ha llegado una advertencia más directa en forma de virus, que nos obliga a reabrir el debate sobre cómo hemos de cambiar nuestra forma de vida. ¿Lo haremos? Ya veremos, porque va a ser un debate complicado. Hoy en la prensa leo, valga como mero ejemplo, que los animalistas dicen que la epidemia ha de servir para replantearse la tauromaquia y eliminar la muerte de los toros de los sanfermines, y que los ganaderos de toros bravos piden reformas en la normativa y la fiscalidad para poder renovar la tauromaquia y que siga siendo viable. Obviamente, cada uno arrima el ascua a su sardina (el corrector de Word insiste en que ponga “la ascua”, pero la RAE dice que es “el ascua”). Lo mismo va a suceder si hablamos sobre transporte público y transporte privado, sobre precios de productos agrícolas y salario mínimo, y sobre tantos otros temas.

En fin, pasito a pasito, estamos en el día -6 de salir de paseo.

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