domingo, 19 de abril de 2020

Escrito durante el coronavirus 36


En su artículo semanal de esta semana, Patxi Irurzun se queja de las recomendaciones de libros para leer, dice que necesitaría cuarenta cuarentenas para poder leer todos los libros que le recomiendan, aunque reconoce que él también ha recomendado libros por imposición de sus editores y que no tiene tiempo para leer porque, entre otras cosas, se pasa el día grabando vídeos para recomendar a los demás qué tienen que leer. Estoy totalmente identificado con lo que dice, yo también tengo montones de libros pendientes de leer y cada vez que me recomiendan más libros, sobre todo si son “imprescindibles”, me causan una zozobra interior que me dificulta centrarme en la lectura.

Algo parecido sucede cuando uno es escritor. Lo he contado muchas veces, durante años escribí y publiqué unos cuantos libros, pero como eran ensayos nadie decía de mí que fuera escritor. Luego publiqué una novela, y luego otra y otra, y me empezaron a conceder ese título. Desde entonces tengo mucho menos tiempo para escribir. Como eres escritor, tienes que promocionar tus libros, conceder entrevistas, ir a presentaciones y firmas, dar charlas en colegios y bibliotecas, participar en mesas redondas. Te piden que colabores en un blog literario, te envían libros para que los leas y hagas una reseña para otro blog, te invitan a presentaciones de libros ajenos a las que vas porque sus autores vinieron a la presentación de tus libros, te piden que participes en libros colectivos, te ruegan que formes parte del jurado de un premio literario, te sugieren que te afilies a una o varias asociaciones de escritores, te eligen para una junta directiva, te envían manuscritos de libros para que des tu opinión al autor, te piden que dones un libro para una obra benéfica (solidaria, le dicen ahora) y que vayas a hacerte una foto en el correspondiente acto de entrega, te ofrecen leer unos párrafos del Quijote el Día del Libro, te ruegan que redactes el prólogo para el libro de un colega, te instan a impartir una conferencia en un congreso de escritores, te solicitan que opines sobre algún tema del que no sabes nada, te añaden en treinta grupos literarios de Facebook, te piden que recomiendes libros para leer… Todo por el amor al arte, eso sí, para comer hay que tener otra profesión respetable.

En otros tiempos, supongo que todo eso era evitable. Te encerrabas en casa, como Salinger, y desconectabas del mundo. Pero ahora, aunque estés encerrado en casa por el confinamiento obligado a que nos ha conducido la pandemia de coronavirus, no desconectas en absoluto. Sigues igual, con las mismas ocupaciones, compromisos e invitaciones, pero online, virtual, por guasap, por videoconferencia. Así que, menos leer y escribir, haces de todo.


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