lunes, 25 de septiembre de 2017

Otra modesta proposición



En El País de hoy, 25 de septiembre de 2017 (día de San Fermín chiquito en Pamplona, día menos seis en la cuenta atrás para el referéndum o lo que sea catalán del 1-O) se publica un imaginativo artículo de John Carlin, uno de los mejores periodistas que escriben hoy en España (no sé si porque no es español), titulado “Una modesta proposición”. En resumen, lo que propone es que Cataluña, en lugar de independizarse, se incorpore al Reino Unido o, según como cada quien lo quiera ver, incorporar el Reino Unido a Cataluña, matando de un tiro los dos grandes problemas europeos, el Brexit y el Catexit.

Creo que todo lo que sea proponer alternativas a la situación actual, de choque de trenes y de bloqueo del diálogo, es positivo. Por eso voy a proponer otra. Si los británicos estuvieran implicados en el problema catalán, si se les llamara para intervenir en el procès, seguramente no apostarían por la incorporación de Cataluña sino que harían otra propuesta más en consonancia con su historia, que es la que me voy a atrever a adelantar aquí. La partición de Cataluña.

La técnica de la partición ha sido empleada por el Reino Unido varias veces para resolver conflictos territoriales. En 1920, ante la desavenencia entre republicanos y unionistas, dividieron a Irlanda en dos, Irlanda del Norte e Irlanda del Sur, esta pronto, al obtener la independencia, sería denominada Irlanda a secas. En 1947, para resolver los conflictos entre hindúes y musulmanes, dividieron la India en dos, la Unión India, de mayoría hindú, y Pakistán, de mayoría musulmana, y les otorgaron la independencia separada. En 1948, con aval de la ONU, para resolver el enfrentamiento entre árabes y judíos, dividieron Palestina en dos estados, uno judío (Israel) y otro árabe (que nunca ha acabado de constituirse, aunque desde 1994 existe una Autoridad Nacional Palestina de dudosa naturaleza).

Igualmente, dado que los catalanes están divididos casi por la mitad entre independentistas y no independentistas, lo más razonable es la partición del territorio siguiendo el criterio de otorgar a cada parte las zonas donde constituyan mayoría. Así, tomando como base las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre de 2015 (véase mapa), a los no independentistas (o sea, a España) les correspondería la franja costera de las provincias de Barcelona y Tarragona y algunas comarcas leridanas, entre ellas la capital y el valle de Arán (la familia Borbón podría seguir yendo a esquiar a Baqueira-Beret); a los independentistas les tocaría el resto. Esta segunda zona, que podría tomar como capital Gerona, decidiría si se independiza o se integra en el Reino Unido, como propone Carlin. La Cataluña española quedaría mayormente aislada del resto del territorio español, pero podría pactarse algo para que el AVE y la A-2 tengan un estatus de extraterritorialidad, o de soberanía compartida, para asegurar las comunicaciones. Y en caso de no alcanzarse el acuerdo siempre quedaría el puente aéreo…