jueves, 12 de septiembre de 2019

Por qué prefiero circular en bici por la calzada




Llevo más de treinta años desplazándome en bicicleta por Pamplona, y habitualmente lo he hecho por la calzada. Durante este tiempo no he tenido ningún accidente, sí algunos pequeños incidentes sin mayores consecuencias, como haber sido derribado por un peatón que cruzaba la calle sin mirar y sin tener preferencia, o haber tenido que frenar bruscamente en el último momento para no ser arrollado por un vehículo de motor que no respetaba las normas de tráfico, y seguidamente soportar los gritos del conductor que se creía con una prioridad que no tenía. Esto último sobre todo sucede en las rotondas, en las que casi ningún conductor sabe qué normas hay que respetar.

Últimamente abandono a veces la calzada para circular por un mal llamado carril-bici, que con frecuencia no es tal (“Vía ciclista que discurre adosada a la calzada, en un solo sentido o en doble sentido”) sino una acera-bici (“Vía ciclista señalizada sobre la acera”). Pero, la verdad, prefiero circular por la calzada que por carril-bici o acera-bici. Me parece más cómodo y más seguro, en contra de la opinión de muchos ciclistas que reclaman su derecho a invadir las aceras en nombre de la seguridad y que se niegan a cumplir las normas de tráfico y circular por la calzada cuando no hay vías ciclistas específicas.

Ciertamente, sería más seguro circular por las vías ciclistas si estas respondieran a lo que dice la ley que son: “Vía específicamente acondicionada para el tráfico de ciclos, con la señalización horizontal y vertical correspondiente, y cuyo ancho permite el paso seguro de estos vehículos”. Lo que sucede es que en nuestra ciudad no existen tales vías ciclistas. Existen falsas vías ciclistas mal acondicionadas, mal señalizadas (con frecuencia, con señales no reglamentarias, confusas o contradictorias), o directamente no señalizadas, con un ancho que no permite el paso seguro de nadie (sin exagerar lo más mínimo, en Pamplona hay aceras de un metro de ancho por donde se supone que han de circular peatones y bicicletas en ambas direcciones). Pero lo más grave es que esas supuestas vías ciclistas están diseñadas de modo que los ciclistas las tienen que compartir necesariamente con una enorme variedad de otros usuarios: peatones que van a depositar bolsas de basura en contenedores situados junto a la supuesta vía ciclista, peatones que suben o bajan del estacionamiento situado a lo largo de la supuesta vía ciclista, peatones que esperan al autobús en una parada atravesada por la supuesta vía ciclista, peatones que necesariamente han de cruzar por la supuesta vía ciclista para circular por las aceras o tomar los pasos de peatones, operarios que utilizan zonas de carga o descarga señalizadas junto a la supuesta vía ciclista, patinetes, sillas de ruedas y otros vehículos diversos autorizados a circular por las supuestas vías ciclistas, por no mencionar a muchos usuarios que ignoran, en el más amplio sentido de la palabra, las normas de circulación e invaden continuamente las supuestas vías ciclistas: paseantes de perros, paseantes en general, deportistas que utilizan las vías ciclistas como pistas para correr, madres y padres que empujan cochecitos de niños, vehículos de motor estacionados sobre la supuesta vía ciclista, etc. Así que el ciclista que se arriesga a circular por las supuestas vías ciclistas tiene que estar muchísimo más atento a quien se le va a cruzar por delante que si circula por la calzada.

Los vehículos de motor que circulan por las calzadas constituyen un gran peligro por su velocidad, que puede lesionar gravemente o incluso matar a un ciclista o a un peatón si lo atropellan. Pero al mismo tiempo, ofrecen una ventaja, y es que son mucho más previsibles que otros usuarios de las vías públicas. De normal, son vehículos que se desplazan en una sola dirección: hacia delante. En términos ajedrecísticos, diríamos que son como los peones. Su movimiento está limitado. No pueden desplazarse lateralmente. Cierto que también pueden ir marcha atrás, pero lo hacen en ocasiones mucho más puntuales, despacio y con una luz que lo avisa. De normal el ciclista sabe que los vehículos de motor van a avanzar hacia delante. Para circular con seguridad por la calzada solo hay que seguir unas pocas reglas que no están en los reglamentos: no fiarse de que los conductores conozcan las reglas de tráfico; no pretender tener nunca prioridad; no ponerse en la trayectoria de un vehículo de motor que esté cambiando de dirección o que encontremos en un cruce, por mucho que la normativa de tráfico nos diga que tenemos prioridad, mientras no lo veamos detenerse y cedernos el paso; no suponer que los intermitentes indican las intenciones de los conductores (una luz intermitente puede querer decir que el coche va a girar en la dirección que indica la luz, que va a girar en la dirección contraria, que no va a girar, o que va a hacer cualquier otra cosa, lo mejor es desconfiar en todo caso). Con estas simples normas, llevo varias décadas sin haber sido atropellado por ningún vehículo de motor, aunque lo han intentado más de una vez.

Frente a la previsibilidad de los vehículos de motor, los usuarios de las supuestas vías ciclistas son completamente imprevisibles. Pueden moverse en todas las direcciones, como la reina en el ajedrez. Te pueden aparecer en cualquier momento, a cualquier velocidad. Pueden frenar en seco, y no tienen luz de frenado que te lo advierta. En el caso de niños y perros, su forma habitual de desplazarse es pasar de la inmovilidad a la carrera de repente y sin avisar, y suelen arrastrar detrás de ellos a sus cuidadores. Por otro lado, los peatones no solo no tienen espejos retrovisores, como los conductores de vehículos de motor, que les permitan ver todo lo que pasa a su alrededor y no solamente frente a ellos, sino que con mucha frecuencia ni siquiera van mirando en la dirección en la que avanzan. Pueden perfectamente moverse de espaldas, o hacia un lado mientras están mirando hacia el contrario, o pueden andar hacia delante con la mirada puesta en la pantalla de su teléfono móvil, algo cada vez más frecuente. También es muy normal en los peatones funcionar de oído: si no oyen el ruido de un motor, no se preocupan de mirar, y no advierten de la presencia de vehículos silenciosos como las bicicletas. Los peatones, además, pueden invadir la supuesta vía ciclista incluso aunque haya una valla, o un seto, o un bordillo, o cualquier cosa que la separe del resto del espacio. Por otro lado, en algunas de las supuestas vías ciclistas te puedes encontrar en cualquier momento con la puerta de un coche estacionado que se abre, o con una carretilla que sale sin avisar de detrás del camión que está descargando.  En suma, si circulas en bicicleta por una supuesta vía ciclista no puedes descuidarte ni un solo momento, tienes que ir alerta, con visión de 360 grados, y temiéndote encontrar obstáculos en cualquier momento.

Así que, por favor, denme calzadas, que circulo mucho más tranquilo.