viernes, 1 de diciembre de 2023

¿Dónde comía Hemingway en Madrid el cochinillo asado?

 

Esta podría ser una pregunta de cultura general adecuada para un concurso televisivo, y muchos concursantes la acertarían sin necesidad de ser expertos en la biografía de Ernest Hemingway. «En Botín», responderían, «me suena haberlo leído». Y no les faltaría razón.

En la novela The Sun Also Rises/Fiesta (1926), los dos protagonistas, Jake Barnes y lady Brett Ashley, van a comer a Botín. «We lunched up-stairs at Botin’s. It is one of the best restaurants in the world. We had roast young suckling pig and drank rioja alta», escribe Hemingway en la versión original. «Comimos en el piso de arriba de Botín. Es uno de los mejores restaurantes del mundo. Tomamos cochinillo asado y bebimos rioja alta». Que no solo sus personajes, sino también el propio Hemingway, era aficionado a visitar Botín se deduce de lo que escribe en Muerte en la tarde (1932): «But meantime I would rather dine on suckling pig at Botin’s than sit and think of casualties my friends have suffered»; «Pero, mientras tanto, preferiría cenar cochinillo en Botín a sentarme y pensar en las bajas que han sufrido mis amigos».

En el relato de su primer viaje a Madrid y de su primera corrida de toros (“Bullfighting is Not a Sport-It is a Tragedy”, The Toronto Star Weekly, 30 de noviembre de 1923, p. 23), Hemingway también menciona el cochinillo asado: «Strater drew us a fine map of Spain on the back of a menu of the Strix restaurant. On the same menu he wrote the name of a restaurant in Madrid where the specialty is young suckling pig roasted, the name of the pensione on the Via San Jerónimo where the bullfighters live». Es decir: «Strater nos dibujó un pequeño mapa del país en la parte posterior de una carta del restaurante Strix; escribió el nombre de un restaurante madrileño, cuya especialidad es el asado de cochinillo, y el de una pensión de la carrera de San Jerónimo, donde se alojan toreros». Y, efectivamente, cuenta que él y su amigo Robert McAlmon, junto con un norteamericano al que acaban de conocer en la plaza de toros, acuden a cenar a «the little restaurant that made a specialty of roast young suckling pig, roasted on an oak plank and served with a mushroom tortilla and vino rojo», «el pequeño restaurante que elaboraba una especialidad de cochinillo asado con leña de roble y servido con tortilla de champiñones y vino rojo». Aunque no se cite el nombre, es razonable suponer que está hablando de Botín. John Dos Passos, en sus memorias (The Best Times, 1966, p. 219), cuenta que comió varias veces en Botín con Hemingway y Claude Bowers, embajador norteamericano en España entre 1933 y 1939.

La cuestión estaría resuelta si no fuera porque en Madrid han existido dos establecimientos especializados en el cochinillo asado y cuyo nombre simplificado ha sido «Botín». El más conocido hoy es el que todavía existe en la calle Cuchilleros 17, Restaurante Sobrino de Botín, que presume de haber sido fundado en 1725 y de ser el restaurante más antiguo del mundo según Guinness World Records (mejor no entrar en este proceloso tema, digamos solo que está bien acreditada la existencia ininterrumpida del establecimiento al menos desde el siglo XIX). También presume de haber contado con muy distinguidos clientes, entre ellos, por supuesto, Hemingway. Su fama como lugar visitado por el Premio Nobel hizo que otro restaurante situado en Cuchilleros 3, probablemente hartos sus dueños de atender turistas despistados que se asomaban a preguntar, pusiera un rótulo en la puerta que rezaba: «Hemingway never ate here». Aquel local y aquel cartel desaparecieron, pero algunos otros bares y restaurantes han colocado la misma leyenda como broma.

El otro local conocido como Casa Botín, que presumía de haber sido fundado en 1620, se ubicaba en la plaza de Herradores 7, también en las cercanías de la plaza Mayor de Madrid. Cerró a principios de 1936, aunque parece que reabrió con otro propietario como Antigua Casa Botín años después de la guerra civil, no debió de durar mucho porque las referencias posteriores son escasas. Tuvo en las primeras décadas del siglo XX una sucursal cerca de la Dehesa de la Villa donde se podía comer al aire libre.

Dice la leyenda (hay algunas dudas razonables sobre el rigor de los datos, pero siempre es más bonito contar la leyenda) que un cocinero francés llamado Jean Botin, casado con una asturiana, se estableció en Madrid  en 1620 y abrió una posada, la primitiva Casa Botín, en la plaza de Herradores, donde en una ocasión se refugió Francisco de Quevedo de sus perseguidores. Un sobrino de su esposa (o, según otras versiones, un descendiente del sobrino de su esposa) llamado Cándido Remis abre, en 1725, otra posada en la calle Cuchilleros, en la que trabajó de friegaplatos un joven Francisco de Goya. Este segundo establecimiento, a fines del siglo XIX, se hacía llamar Pastelería de Cándido, sobrino de Botín; aclaremos que en aquella época en las pastelerías no solo se vendían dulces, como ahora, sino también empanadas o carnes asadas. Que ambos establecimientos utilizaran el nombre de Botín provocó más de un pleito. El Tribunal Supremo, en Sentencia de 26 de febrero de 1890, confirmando otra de la Audiencia Provincial de 1889, a instancias de Josefa Ramón, titular de la Pastelería de Botín, en Herradores, dispuso que la propietaria del establecimiento de la calle Cuchilleros, Vicenta Prado, viuda de Cándido Remis, podía continuar utilizando el nombre «Pastelería de Cándido Remis, sobrino de Botín», pero no el de «Pastelería de Botín» que había colocado en el escaparate, ni el nombre suelto de Botín en las tarjetas, etiquetas y papeletas de pago (Revista general de legislación y jurisprudencia: Jurisprudencia civil, volumen 67, p. 281). Por dicha Sentencia, y por la Real Orden de 6 de marzo de 1925 (Gaceta de Madrid, 17 de marzo de 1925, p. 1377), sobre inscripción en el registro de la propiedad industrial, sabemos que José Puertas Sánchez, alias Botín, casado con María Prado López, fue dueño de la Pastelería Botín, en la plaza de Herradores, hasta su fallecimiento en 1857, siendo sucedido por su hija Juana, que contrajo matrimonio con Eduardo León, el cual, al quedar viudo, contrajo segundas nupcias con Josefa Ramón Cifuentes; que Cándido Remis Puertas, sobrino de José Puertas, fue arrendatario del establecimiento de su tío hasta 1865 en que se instaló por su cuenta en la calle Cuchilleros 17 con la denominación de Pastelería de Cándido Remis, sobrino de Botín. Cándido Remis se casó con Vicenta Prado López, sobrina de María Prado (todo quedaba en familia), que una vez viuda siguió con el negocio. Isidoro Pérez Martín, que había comprado Casa Botín en 1923 y era titular del nombre comercial «Pastelería de Botín», impugnó con éxito en vía administrativa la inscripción de «Pastelería de Cándido Remis, sobrino de Botín», a favor de Antonio Remis Prado (hijo de Cándido y Vicenta), pero interpuesto recurso contencioso-administrativo el Tribunal Supremo, en Sentencia de 16 de marzo de 1928, anuló la Real Orden.

Otro incidente judicial se produce en 1960; en este caso los propietarios del local de Cuchilleros se querellan con el propietario del reabierto local de Herradores con el rótulo «Antigua Casa Botín. Fundada en 1620» acusándole de usurpación de nombre comercial y competencia ilícita. La Audiencia Provincial absolvió al acusado (Pueblo, 7 de junio de 1960, p. 24).

Pues bien, reformulemos la pregunta inicial. ¿A cuál de los dos establecimientos se refería Hemingway cuando habla de «Botin’s»? En ninguno de sus escritos lo aclara indicando la dirección o aportando algún otro dato (tampoco lo hace Dos Passos). A favor de que pudiera referirse al establecimiento de Herradores está el hecho de que, como se comprueba consultando las hemerotecas, en las primeras décadas del siglo XX este era el habitualmente conocido como Botín o Casa Botín y, parece, era el más popular (en 1930 se le concede la Medalla del Trabajo, Gaceta de Madrid, 31 de enero de 1930, p. 785). Ramón Gómez de la Serna, en La sagrada cripta de Pombo (1924), escribe sobre la aglomeración de todo tipo de visitantes que se produce en Botín y advierte que «existe otro Botín que yo prefiero esos días en que “hay que estar” esperando que alguien acabe para encontrar mesa: un Botín más silencioso, perdido en una calle más típica, y tan sobrino de Botín como el más célebre»; más adelante habla de la calle Cuchilleros, «que amo tanto», y añade: «y en cuyo Botín —el Botín del pie izquierdo, como muy bien dice el gran Vela— preparo yo fiestas para escapar un rato del otro Botín de los turistas». A Herradores acudió a cenar Carlos Gardel en 1927, según cuenta en sus memorias el compositor de tangos Francisco Canaro, dice que fueron «una noche a "Casa Botín", famoso restaurante genuinamente madrileño de la Plaza del Herrador. Él fue acompañado de la aplaudida cupletista española Teresita Zazá» (Mis bodas de oro con el tango y mis memorias, 1957, p. 159). Que los turistas extranjeros iban al Botín de Herradores, «el más famoso de todos los restaurantes de España», se confirma con el artículo «Strong Stomach in Spain» de John Gunther (Esquire, febrero de 1935, pp. 70 y 111): «Finally there is the Casa Botin (Plaza de Herradores), probably the most celebrated of all restaurants in Spain». El de Cuchilleros se anunciaba con el nombre de «Cándido Remis-Sobrino de Botín» y así —o como «Sobrinos de Botín»— solía ser nombrado; Pérez Galdós lo cita en Fortunata y Jacinta (1887) como «la pastelería del sobrino de Botín, en la calle de Cuchilleros», y en Torquemada y San Pedro (1895) como «la célebre casa de comidas Sobrinos de Botín»; en cambio, en Misericordia (1897) solo habla de «Casa Botín», sin mayor precisión, que siembra la duda de a qué local se refiere. Que Hemingway hable de un «little restaurant» apunta en la misma dirección de que se refería a Herradores, no hay más que contemplar las fotografías de ambos locales. Parece que no es hasta la época de la postguerra, desaparecido el local de la plaza de Herradores, en que el de Cuchilleros pasó a monopolizar la popular denominación de Botín y heredó toda la fama del otro. En cualquier caso, la duda persistirá…

domingo, 22 de octubre de 2023

La leyenda de Hemingway y las botas de vino

Nunca es tarde para conocer nuevas leyendas de Hemingway en Pamplona. La última que he conocido la propaga el mismísimo Ayuntamiento en su página web:
Nos cuenta que Jake Barnes, el protagonista de Fiesta, compra unas botas de vino en Las Tres ZZZ, en la calle Comedias, diciendo que era la única botería en el centro de la ciudad. En otra web se llega a afirmar que en Fiesta se nombra a la empresa de Las Tres ZZZ.:

Lo cierto es que Hemingway ni nombra a dicho establecimiento centenario, ni lleva a su protagonista a comprar botas a la calle Comedias (entonces, en 1925, llamada calle Dos de Febrero), ni era la única botería en aquella época. En los años 20 había tres boterías; dos en la calle Comedias, la de Pedro Echarri y la de Gregorio Pérez (Sucesor de Iglesias), conocida luego como Las Tres ZZZ; y otra, la de Fructuoso Pérez en la calle Mayor 91. Si se lee la parte de la novela donde el protagonista va a comprar botas, se concluye con facilidad que la botería que describe es la de Fructuoso Pérez. Los protagonistas van a la iglesia de San Lorenzo a ver la procesión; después de verla entrar, suben por la calle Mayor y entran en una taberna, desde la cual Jake Barnes sale a buscar la botería, bajando de nuevo por la calle Mayor hasta las cercanías de la iglesia de San Lorenzo, y una vez allá compra dos botas.


En la web del Ayuntamiento se transcribe un supuesto fragmento de Fiesta, "Llegué hasta la iglesia (San Nicolás) mirando a uno y otro lado", que no es literal sino que lleva un añadido de la cosecha de quien ha elaborado el texto municipal. Lo que se dice en Fiesta es: "I walked as far as the church, looking on both sides of the street. Then I asked a man and he took me by the arm and led me to it". Si se lee el párrafo completo, se deduce que la calle ha de ser la calle Mayor y la iglesia aludida la de San Lorenzo.

De las tres boterías mencionadas, hoy solo subsiste Las Tres ZZZ, que no necesita de esta leyenda (aunque la recoge también en su web) para seguir siendo un referente. Por cierto, que no está "en el Paseo Mendiluce", como dice el artículo de Navarra.com, vía inexistente en Pamplona, sino en la calle Puente de Miluce.

viernes, 20 de enero de 2023

Otorgado el Premio Vanderford 2022

He decidido crear un galardón anual, al que he bautizado como Premio Vanderford (para entender el porqué del nombre conviene leer mi libro La habitación de Vanderford), que se otorgará a un artículo de prensa que incorpore alguna de las leyendas, fábulas o invenciones de uso común sobre Pamplona y las fiestas de San Fermín dándolas por hechos ciertos. 

El premio es puramente honorífico, no lleva dotación económica y ni siquiera habrá una ceremonia de entrega. Consistirá únicamente en la mención del ganador en este blog explicando los méritos contraídos para obtenerlo.

Pues vamos allá con el premio de este año. De entre los candidatos presentados por el público, el jurado (yo mismo) ha decidido por unanimidad conceder el Premio Vanderford 2022 (artículos aparecidos en la prensa entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2022) al artículo titulado «La premio Nobel Annie Ernaux también vivió "el júbilo vertiginoso" de San Fermín», firmado por Íñigo Sota y publicado en la edición digital de Diario de Navarra el 20 de diciembre de 2022.

Se cuenta en él lo siguiente: «A la lista de personalidades mundialmente conocidas que un día visitaron Pamplona por San Fermín, como el director de cine Orson Welles, los escritores Ernest Hemingway y Arthur Miller o la actriz Ava Gardner, se suma ahora Annie Ernaux».

Qué bonita la historia de Ava Gardner y la de anécdotas a las que ha dado lugar. Pero, desgraciadamente, Ava nunca vino a los sanfermines, ni siquiera pasó jamás por Pamplona.

En fin, un merecido premio por retomar, dando por buena, una de las más conocidas leyendas sanfermineras. Enhorabuena.