domingo, 12 de abril de 2020

Escrito durante el coronavirus 30

Hoy he encontrado y leído en El País un artículo de Íñigo Domínguez titulado “Elige tu propia conspiración”. Proponía cinco, de entre las muchas tesis conspiratorias relacionadas con el coronavirus que circulan por ahí, para que el lector escogiera la que más le guste. Que si es el Gobierno español el que oculta información para hacerse con el poder absoluto, que si es cosa de Bill Gates y Bin Laden (que sigue vivo), que son los chinos los que se quieren apoderar del mundo, que es un plan de Soros, aliado con fondos de inversión y compañías de seguros, para hacerse millonarios, o que es Trump el que está detrás para impedir que se desvele que la Tierra es plana.

Como experto en conspiraciones (he tratado el tema en alguna de mis novelas), creo que todas esas tesis, como admite el periodista, tienen algo de verdad, pero resultan incompletas. Voy a ofrecer la mía, que es la buena. Son los templarios. Ninguna buena teoría conspiratoria sale redonda si no están los templarios de por medio. Algunos lectores ingenuos dirán “pero si los templarios desaparecieron”. Craso error. Es cierto que el rey Felipe IV de Francia y el papa Clemente V, en 1307, disolvieron la Orden del Temple y enviaron a la hoguera a sus principales dirigentes. Pero los templarios no desaparecieron, simplemente pasaron a la clandestinidad y se infiltraron en otras órdenes militares y en otras instituciones. En el siglo XVIII participaron en la fundación de la Masonería, desde la que siguen conspirando en su empeño para dominar el mundo. Como es bien sabido, los masones pactaron con los judíos y con los comunistas para repartirse el poder, la famosa conjura judeo-marxista-masónica que algunos, candorosamente, creen también extinguida. Ya dominan buena parte de la política y de la economía mundiales, pero hay algunos ámbitos que se les escapan. La epidemia de coronavirus, que por supuesto procede de un laboratorio, forma parte de esa estrategia de dominación. Se trata de acabar definitivamente con la hegemonía estadounidense, ya muy tocada, y sustituirla por la hegemonía de la China comunista. Los chinos no han tenido inconveniente en sacrificar a un montón de ciudadanos propios, son así de despiadados, con tal de meter el virus en Europa y en Estados Unidos. Lo mismo ha hecho el Gobierno socialcomunista bolivariano de España, sacrificar a miles de españoles para que la pandemia avance, a imitación del Gobierno izquierdista de Italia (¿o se creen que es casualidad que haya tantos muertos en España e Italia, y tan pocos en Alemania o Reino Unido?). El objetivo último son los Estados Unidos, que ahora están sintiendo de lleno el azote del virus, facilitado por las medidas adoptadas por Donald Trump. Que no está loco, en absoluto, todo es disfraz y comedia. Sabe lo que hace. Es un infiltrado. Es el gran prior de la Orden del Temple.

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