viernes, 8 de mayo de 2020

Escrito durante el coronavirus 51

Si no nos mata el coronavirus, lo hará la tensión. No mi hipertensión, que dicen mis médicos que la tengo más o menos controlada gracias al olmesartán medoxomilo y al lercanidipino hidrocloruro, sino la tensión en el sentido de nerviosismo, intranquilidad, impaciencia, desasosiego, inquietud, zozobra, ansiedad, preocupación, incertidumbre, duda, angustia, congoja, desazón, ahogo… Vaya la de sinónimos que tiene Word para esta palabra, y no los copio todos. En una palabra, el suspense no cesa, ya quisiera Hitchcock haber conocido esta época, vivimos en un continuo thriller sanitario. Seguro que se estará disparando el consumo de tranquilizantes y ansiolíticos, quizás le tenga que pedir a mi médico que me recete alguno para ser solidario con mis convecinos (me gusta más esta palabra que su sinónimo compatriotas, porque en cuanto se menta la patria aparece el patriotismo y la obligación de ser buen patriota, de agitar banderas y de matar y morir por la patria si es necesario, en cambio todavía no se ha inventado el vecinismo —si lo tecleas en Google te ofrece como alternativa vaginismo— y ser convecino es mucho más relajado).

El suspense está en un punto álgido porque entre hoy y mañana el Ministerio de Sanidad nos dirá si pasamos a la fase 1, que significa tiendas abiertas, terrazas abiertas al 50 % de su aforo, iglesias abiertas al 30 %, y que al tanatorio podrán ir diez y al cementerio quince familiares del difunto en lugar de solo tres. Un pasito más hacia nuestra nueva anormalidad. Yo sueño con volver a tomar una caña en una terraza, en lugar de tomarla en casa delante de la pantalla del ordenador.

Otro motivo de incertidumbre, este más personal, es no saber cuándo regresaré al trabajo, y si será teletrabajo o trabajo presencial. Me entero por la prensa de que el Gobierno de Navarra prevé un regreso de los empleados públicos prescindibles que estamos en casa a partir del 25 de mayo. Pero será compatible con mantener el teletrabajo, y todo eso se decidirá la semana que viene. A estas alturas, acostumbrado a esta vida eremita, aliviada con poder salir a pasear todos los días, ya no sé si me apetece o no me apetece volver a trabajar. Debe ser uno de esos trastornos psicológicos ocasionados por la pandemia de los que no nos vamos a librar nadie.

Leo también en la prensa que el Gobierno de Navarra no piensa alterar el calendario laboral, así que a quienes trabajamos en Pamplona nos darán fiesta el 6 de julio a las 12:00 horas, en el mismo momento en que no se dispara el Chupinazo, y no volveremos a trabajar hasta el lunes día 13. Una gran idea para fomentar el turismo interior y que nos vayamos a la playa, o para fomentar los sanfermines informales, sin Ayuntamiento ni toros, que tiene toda la pinta que vamos a celebrar…

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