miércoles, 17 de junio de 2020

Escrito durante el coronavirus 84


Pese a los agoreros, que siempre están de guardia, parece que la cosa va moderadamente bien. Cuando se permitió la vuelta al trabajo de los sectores económicos no imprescindibles, después del parón obligatorio de Semana Santa, ya dijeron que era una irresponsabilidad que nos llevaba a la catástrofe. Cuando se permitió que salieran a pasear los menores de edad acompañados, a finales de abril, se auguró que debido a la irresponsabilidad de padres e hijos aquello iba a degenerar en un repunte de la epidemia. Cuando nos dejaron salir a pasear al resto de la población, volvieron a vaticinar que aquello iba a acabar en desastre. Cuando permitieron la apertura controlada de la hostelería, primero en terrazas, y del comercio, volvimos a oír a los profetas del apocalipsis amenazar con una hecatombe. Cuando hemos ido pasando de la fase 0 a la fase 1, de la fase 1 a la fase 2, de la fase 2 a la fase 3, ha habido gente que ha pronosticado la marcha atrás de la desescalada y la vuelta al confinamiento duro en pocos días debido a lo irresponsable que es la mayoría de la población y a que pronto se multiplicarían los contagios.

Soy consciente de que la epidemia no ha pasado, el riesgo se mantiene, el coronavirus está al acecho y nos quedan meses o años de seguir aplicando estrictas medidas de seguridad e higiene para evitar la repetición de la situación que hemos vivido en las últimas semanas. No excluyo que haya repuntes, como sucede ahora mismo en China. Pero no soy alarmista, creo que las medidas que se han adoptado, en este y en la mayoría de los países tras el desconcierto inicial y los notorios errores cometidos, han sido razonables y eficaces. La mayoría de la población ha acatado disciplinadamente el confinamiento y el resto de medidas que nos han impuesto; ha habido una amplia minoría que se ha pasado las precauciones por el arco del triunfo y ha hecho de su capa un sayo, pero minoría al fin y al cabo, como sucede siempre con cualquier norma legal o social de convivencia.

En Navarra, la macabra contabilidad de muertos, contagiados e ingresados en la UCI que nos ha acompañado tantas semanas ha abandonado las portadas de los periódicos. Llevamos tres días sin ninguna muerte, dos días sin ningún nuevo caso y un tercer día con un solo caso nuevo. Esto no ha acabado, lo repito, habrá todavía nuevos contagios y algunos muertos más por coronavirus. Pero es obvio que las medidas han funcionado y la epidemia está, por el momento, controlada. No hay que relajarse, pero tampoco vivir en la angustia continua. Hay que mantener la prudencia, pero ya podemos respirar e intentar hacer la vida más normal posible dentro de las medidas de seguridad e higiene establecidas.

En Pamplona el debate ahora se centra en los no-sanfermines, en qué sucederá entre el 6 y el 14 de julio. Yo ya he anunciado aquí que soy de los irresponsables que piensan salir a comer, a cenar, a beber. Lo hago desde que reabrió la hostelería y espero hacerlo, no solo en sanfermines, sino durante todo el verano y más allá. Acatando las normas, guardando las distancias, con la mascarilla puesta cuando sea obligatorio (cuando no lo sea, no) y con las manos bien limpias. Quizás porque soy de esos irresponsables, los que me parecen irresponsables son otros. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Pamplona. No quiere organizar actividades esos días no-sanfermineros, pero ha tentado a asociaciones vecinales a que lo hagan ellas, no quiere permitir que se instalen mesas para comer en la calle, como es costumbre en fiestas, no quiere que salgamos a la calle, pero ha dado fiesta a sus empleados el 7 de julio (que oficialmente es laborable en Pamplona) y el alcalde ha anunciado que quiere asistir oficialmente a la misa de San Fermín. Me parece que está haciéndolo todo al revés. Ya que no hay sanfermines, debiera plantearse organizar actividades, no solo del 6 al 14 de julio, sino durante todo el verano, sin esperar a ver qué hacen otros, sino asumiendo el liderazgo. No estamos confinados y los vecinos vamos a salir a la calle, vamos a aprovechar el buen tiempo mientras podamos, no por vicio sino por salud mental, así que el Ayuntamiento debiera ser el primer interesado en darnos alternativas, en ofrecernos actividades bien organizadas y seguras, descentralizadas por toda la ciudad para que no formemos aglomeraciones, adecuadas a las circunstancias que vivimos. Como es más seguro estar al aire libre que en espacios cerrados, el Ayuntamiento no debiera prohibir sino promover que se instalen mesas para comer en la calle, y bares al aire libre, y todo tipo de actos al descubierto. Si no quiere gente por la calle, que no dé fiesta a sus empleados el 7 de julio (por cierto, el Gobierno de Navarra ha decidido no modificar el calendario laboral y mantenernos a sus empleados con destino en Pamplona de fiesta desde el 6 de julio a las 12:00 hasta el domingo 12 de julio; ¿no se les ha ocurrido ni al Gobierno ni al Ayuntamiento que esa es una medida que nos impulsa a los empleados públicos a salir esos días a la calle?). Si no quiere fiesta, que el alcalde no dé el mal ejemplo de ir a ningún acto festivo.

En fin, los augures locales ahora están en su salsa pronosticando que van a ser los no-sanfermines la causa de un violento rebrote de la epidemia en Pamplona. Pese a que parece que nuestras autoridades colaboran en darles la razón, yo confío en que, como con cada uno de los pasos que hemos ido dando en los últimos meses, se equivoquen.


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