martes, 17 de marzo de 2020

Escrito durante el coronavirus 5

Hoy sin poder ni tener que moverme de casa. Menos mal que setenta metros cuadrados dan para mucho si los tienes bien organizados. He pasado parte de la mañana haciendo el seguimiento de la epidemia desde mi centro de telecomunicaciones (cuarto de estar dotado de internet, telefonía fija y móvil, radio, televisión y papel de cartas). He procurado contribuir modestamente a mantener alta la moral de la población con algunos ocurrentes comentarios en las redes sociales. Luego, en mi despacho (mesa del ordenador en el cuarto de estar), he dedicado un buen rato a escribir un esclarecedor artículo sobre la falta de planificación de los riesgos epidemiológicos, espero que lo publique algún destacado medio de comunicación, y después me he dirigido a mi gimnasio (terracita cerrada donde tengo instalada la bicicleta estática) para iniciar el exigente programa de ejercicio físico que mantendré durante la cuarentena (no me gusta mucho la bicicleta estática, que es a la bicicleta lo que la justicia militar a la justicia, pero la tengo para situaciones de emergencia como esta).

También he pasado algún tiempo en el puesto de observación (terracita cerrada, junto a la bicicleta estática) vigilando lo que pasaba en el exterior. Total anormalidad. No anda casi nadie por la calle y los pocos que lo hacen van en grupos de uno, como está mandado. Lo más interesante ha sido una ambulancia, sin prioritarios, que ha estado aparcada un rato en doble fila pero sin recoger a ningún enfermo, y un tipo que ha cargado un paquete de latas de cerveza en su coche. Me da la impresión de que la mayoría de la población hemos acatado muy disciplinadamente el confinamiento domiciliario, hay gente que se encerró ya el viernes o el sábado, antes de que fuera obligatorio, y en algunos centros de trabajo los empleados se amotinan para poder recluirse en casa. Si nos lo dicen hace una semana, no nos lo creemos. Es como cuando la prohibición de fumar en los bares, que la gente pronosticaba un incumplimiento masivo y fue al contrario, desde el primer día se observó la ley y los fumadores se conformaron con salir a la calle.

Aunque no soy nada cocinillas, me gusta más comer que cocinar, también he estado trajinando en mi área de restauración gastronómica (cocina) preparando una de mis especialidades, macarrones integrales de cultivo biológico al estilo de la casa con atún claro y sofrito de tomate y ajo morado. Los he acompañado con un poco de la empanada que me traen desde Galicia (a mí y a todos los clientes de Eroski). La tarde la he iniciado en la zona de descanso (sofá del cuarto de estar) con una reparadora siesta, antes de trasladarme de nuevo al despacho para redactar esta crónica. Lo que queda del día probablemente lo dedique a actividades culturales (leer).

¿Quién dijo que estar en casa se hace monótono? Se me está pasando el día volando.

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