Parece
que el Gobierno va a pedir la última prórroga del estado de alarma hasta el 27
de junio, sin perjuicio de que se levante antes en los territorios donde se vaya
llegando o superando la fase 3, la última antes de la “nueva normalidad”. Me
parece una decisión razonable. Como ya he escrito antes, el estado de alarma es
imprescindible jurídicamente para poder mantener las restricciones a la
libertad de circulación de los ciudadanos. Es previsible que para final de
junio todo el país esté ya en situación de eliminar las restricciones de circulación
personal, y las demás medidas de seguridad e higiene que haya que mantener
pueden hacerse con la legislación ordinaria. Podremos tener verano.
Como
he sido sucesivamente, y en alguna época simultáneamente, estudiante y profesor,
sé que es más fácil aprobar en septiembre. Bueno, creo que ahora ya no es en septiembre,
que los exámenes de repesca los han adelantado a junio o julio, pero qué se le
va a hacer, los de mi generación seguimos diciendo aprobar en septiembre. En septiembre
al profesor le da cargo de conciencia volver a suspender a los mismos que ya
suspendió antes del verano; sabe que la culpa no es suya, sino de los malos
estudiantes, pero de todos modos le da cosa hacer una escabechina, e
inconscientemente baja el nivel del aprobado. Si los malos estudiantes están ya
en la última convocatoria de esa asignatura, el profesor no soporta la
culpabilidad que le supondría haber arruinado sus vidas y baja todavía más el
nivel de exigencia.
Digo
esto porque estoy casi seguro de que la Comunidad de Madrid pasará la semana
que viene a la fase 1. Ya se lo han denegado dos veces, así que el profe, al
que acusan de tener manía al alumno, está psicológicamente demasiado presionado
como para dejarlo en la fase 0,5. Hay alguna sospecha de que hace trampas con
los números, pero todo profesor alguna vez finge no enterarse de que un
estudiante está copiando en el examen para evitar males mayores.
Me
alegraré de que los madrileños puedan ir, por fin, a tomarse unas cañas a
alguna de las terrazas que abrirán. O unos gin-tonics, o lo que proceda.
Como hoy sugiere Eduardo
Laporte, es posible que eso calme mucho los ánimos y que algunos, en lugar
de manifestarse exaltados por la calle Núñez de Balboa, se dediquen a tomar copas,
que es la libertad que probablemente echen de menos. El gobernante nunca ha de
olvidar que, además de pan y circo, hay que repartir el opio del pueblo. Si hay
suerte, celebraré la fase 1 de los madrileños entrando, por fin, a un bar en
Pamplona si aquí alcanzamos la fase 2 el próximo lunes. Aunque me temo que
tenga que entrar con una mascarilla puesta, estoy impaciente por leer el BOE
donde se regule el asunto, a ver cómo haremos para comer y beber con la
mascarilla puesta.
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