La
mala noticia de hoy ha sido la muerte de Julio Anguita. La he sentido, entre
otras cosas, porque compartía militancia con él en Izquierda Unida, pero creo
que ha estado muy extendido el pesar por su fallecimiento ya que, más allá de
la ideología de cada cual, era un hombre que había conseguido el respeto general
por su coherencia, compromiso y honradez. Aunque yo había sido votante desde su
inicio, recuerdo perfectamente que me decidí a militar en Izquierda Unida, hace
ya 27 años, después de escuchar hablar a Julio Anguita en la Sala Runa de
Pamplona. Un local reducido, por lo cual todos los asistentes lo teníamos muy cerca.
Me convenció su discurso claro, directo, sensato, tanto como para dar el paso
de comprometerme. Pienso que, inevitablemente, en su labor como coordinador
general tuvo sus desaciertos, le tocó una época muy compleja y yo no siempre compartí
sus decisiones y propuestas. Pero en todo caso creo que constituye todo un
ejemplo de cómo ha de ser un político, y estoy muy satisfecho de haber
trabajado en el mismo proyecto que él. Después de abandonar sus cargos y
retirarse de la primera línea, supo no convertirse en uno de esos jarrones
chinos en que devienen tantos líderes políticos. Siguió siendo un maestro, el
oficio del que se jubiló rechazando cualquier otra pensión porque pensaba que
la que le correspondía como funcionario docente le era suficiente, ofreciendo
sus reflexiones y participando como ciudadano de a pie en la vida política. Hace
años tuve la ocasión de volver a oírle en directo y de muy cerca, en unas
jornadas en Córdoba, su ciudad, y guardo una foto de aquella ocasión.
En la
sesión de Poetas con Sombrero de hoy he leído un poema que el escritor y
dirigente de Iniciativa per Catalunya, Francesc Pané, le dedicó en 1993:
Querido
Julio,
se hizo el
corazón
para el amor,
se hizo el
corazón
para el deseo,
se hizo el
mundo para
el corazón y
las ideas
y la
sangre y
los altos
pensamientos.
¡Que tu
corazón es
marinero y
sabe a gloria
del mar. Y
a viento de
limpieza!
Le
echaremos de menos.
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