Si no
nos mata el coronavirus, lo hará la tensión. No mi hipertensión, que dicen mis
médicos que la tengo más o menos controlada gracias al olmesartán medoxomilo y
al lercanidipino hidrocloruro, sino la tensión en el sentido de nerviosismo, intranquilidad,
impaciencia, desasosiego, inquietud, zozobra, ansiedad, preocupación, incertidumbre,
duda, angustia, congoja, desazón, ahogo… Vaya la de sinónimos que tiene Word
para esta palabra, y no los copio todos. En una palabra, el suspense no cesa,
ya quisiera Hitchcock haber conocido esta época, vivimos en un continuo thriller
sanitario. Seguro que se estará disparando el consumo de tranquilizantes y ansiolíticos,
quizás le tenga que pedir a mi médico que me recete alguno para ser solidario con
mis convecinos (me gusta más esta palabra que su sinónimo compatriotas, porque
en cuanto se menta la patria aparece el patriotismo y la obligación de ser buen
patriota, de agitar banderas y de matar y morir por la patria si es necesario,
en cambio todavía no se ha inventado el vecinismo —si lo tecleas en Google te
ofrece como alternativa vaginismo— y ser convecino es mucho más relajado).
El suspense está en un punto álgido porque entre
hoy y mañana el Ministerio de Sanidad nos dirá si pasamos a la fase 1, que
significa tiendas abiertas, terrazas abiertas al 50 % de su aforo, iglesias
abiertas al 30 %, y que al tanatorio podrán ir diez y al cementerio quince familiares
del difunto en lugar de solo tres. Un pasito más hacia nuestra nueva anormalidad.
Yo sueño con volver a tomar una caña en una terraza, en lugar de tomarla en casa
delante de la pantalla del ordenador.
Otro
motivo de incertidumbre, este más personal, es no saber cuándo regresaré al
trabajo, y si será teletrabajo o trabajo presencial. Me entero por la prensa de
que el Gobierno de Navarra prevé un regreso de los empleados públicos prescindibles
que estamos en casa a partir del 25 de mayo. Pero será compatible con
mantener el teletrabajo, y todo eso se decidirá la semana que viene. A estas
alturas, acostumbrado a esta vida eremita, aliviada con poder salir a pasear
todos los días, ya no sé si me apetece o no me apetece volver a trabajar. Debe
ser uno de esos trastornos psicológicos ocasionados por la pandemia de los que
no nos vamos a librar nadie.
Leo
también en la prensa que el Gobierno de Navarra no piensa alterar el calendario
laboral, así que a quienes trabajamos en Pamplona nos darán fiesta el 6 de
julio a las 12:00 horas, en el mismo momento en que no se dispara el Chupinazo,
y no volveremos a trabajar hasta el lunes día 13. Una gran idea para fomentar
el turismo interior y que nos vayamos a la playa, o para fomentar los
sanfermines informales, sin Ayuntamiento ni toros, que tiene toda la pinta que vamos
a celebrar…
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