Ayer
empecé a disfrutar de nuevo de la vida que el Gobierno nos va a ir devolviendo
en porciones. Salí a dar un paseo por la tarde, a la hora que nos toca a los
mayores de 14 y menores de 70 años, entre las 20:00 y las 23:00. Por supuesto,
ni contemplo la posibilidad de aprovechar la otra franja horaria, de 6:00 a
10:00, se la dejo a los madrugadores entre los que no me cuento. Se notaba que
los madrugadores son menos y que en esa franja de edad estamos incluidos los
del baby boom, que andamos entre los 50 y los 70. Después de varias
semanas de ciudad fantasma, al menos la parte de la ciudad cercana a mi casa
por la que me he desplazado, y en la que apenas había nadie por la calle, ayer
conocí otra ciudad distinta. En el kilómetro redondo que me toca había cantidad
de gente paseando o corriendo o andando en bicicleta, ansiosa de salir de casa,
pero lo más curioso de todo era la paz que ofrece la casi total ausencia de
vehículos de motor, y también el olor a primavera que suele tapar el humo que
respiramos habitualmente. Pese a que nos habían amenazado con una ola de calor,
hacía una tarde de temperatura muy agradable, incluso soplaba la brisa fresca a
la que estamos acostumbrados en Pamplona.
Aunque
las calles y los parques estaban bastante nutridos de gente, la inmensa mayoría
se esforzaba por respetar las normas de seguridad y no acercarse a menos de dos
metros del prójimo, lo cual en algunos lugares resulta difícil. Nuestros
urbanistas no han diseñado la ciudad para una epidemia. Mi instinto de policía
de desescalada, no obstante, observó alguna infracción puntual, como la
presencia de algunos niños fuera de su franja horaria. También que algunos
ciclistas siguen ignorando que las bicicletas no deben circular por la acera, y
menos ahora que en la calzada no hay apenas tráfico rodado, con lo cual la
excusa de la seguridad se ha desvanecido. La mayoría de la gente sigue sin
respetar la norma de circular por la derecha, que no obliga solo a los
vehículos sino también a los peatones, aunque casi ninguno parezca saberlo.
Comprobé que el coronavirus no ha acabado con esa gente que, aun yendo sola, se
las arregla para ocupar toda la acera y apenas te deja espacio para
adelantarla.
Según pude ver, la mascarilla que más se lleva
esta temporada es la de color azul. También los guantes azules son los que más
se ven. Yo no llevé ni una cosa ni la otra, que no son obligatorias. No me
acerqué a nadie ni toqué absolutamente nada que no fuera yo mismo, así que las
posibilidades de haber esparcido el virus, suponiendo que lo tenga, o de
habérmelo llevado a casa, son ínfimas. En todo caso, me lavé las manos al
llegar. En cuanto vaya cogiendo confianza a la vida en el exterior, saldré en
bicicleta, que me permitirá superar ese muro invisible de mi kilómetro redondo
y moverme por todo el término municipal.
De
nuevo, hoy he estado a la espera de que se publicara el BOE, se había anunciado
un número extraordinario que concretara nuevas medidas contra la pandemia, especialmente
para la fase 1 de la desescalada, en la cual mañana lunes entran las islas de
Formentera, la Gomera, el Hierro y la Graciosa, y para la cual los demás
isleños y los peninsulares tendremos que esperar, al menos, una semana. Hasta
la tarde no han aparecido, entre otras disposiciones, la Orden
SND/386/2020, de 3 de mayo, por la que se flexibilizan determinadas restricciones
sociales y se determinan las condiciones de desarrollo de la actividad de
comercio minorista y de prestación de servicios, así como de las actividades de
hostelería y restauración en los territorios menos afectados por la crisis
sanitaria ocasionada por el COVID-19, la Orden
SND/388/2020, de 3 de mayo, por la que se establecen las condiciones para
la apertura al público de determinados comercios y servicios, y la apertura de
archivos, así como para la práctica del deporte profesional y federado, y la Orden
TMA/384/2020, de 3 de mayo, por la que se dictan instrucciones sobre la
utilización de mascarillas en los distintos medios de transporte y se fijan
requisitos para garantizar una movilidad segura de conformidad con el plan para
la transición hacia una nueva normalidad, que son las que más directamente me
afectan.
En
esos lugares donde rige la fase 1, se autorizan las reuniones de hasta un
máximo de diez personas, respetando las medidas de seguridad e higiene establecidas
por las autoridades sanitarias, principalmente la distancia de dos metros o medidas
alternativas de protección física. También se autorizan los velatorios con un
límite de quince personas en espacios al aire libre y diez personas en espacios
cerrados y la asistencia a lugares de culto siempre que no se supere un tercio
de su aforo.
Se
pueden reabrir los establecimientos y locales comerciales minoristas y de
actividades de servicios profesionales, que estaban cerrados, de hasta 400
metros cuadrados, no los centros comerciales, reduciendo al treinta por ciento
el aforo, garantizando la distancia mínima de dos metros entre clientes y adoptando
una serie de pormenorizadas medidas de higiene. Aparte de las islas más afortunadas,
en el resto del territorio solo pueden reabrir para atender mediante cita
previa o recogida del producto encargado.
También,
en las cuatro islas afortunadas, se pueden abrir las terrazas de los
establecimientos de hostelería y restauración, con la limitación del cincuenta
por ciento de las mesas permitidas y asegurando la distancia de dos metros
entre las mesas, y autorizando las reuniones de hasta diez personas por mesa o
agrupación de mesas. En el resto del territorio, puede abrir la hostelería solo
para entrega a domicilio y mediante la recogida de pedidos por los clientes.
Por
otro lado, el uso de mascarillas será obligatorio para todos los usuarios del
transporte en autobús, ferrocarril, aéreo y marítimo. También en los taxis de
hasta nueve pasajeros.
Así
que, además de un pequeño relajamiento general, ya tenemos una idea de cómo
serán las cosas cuando alcancemos la fase 1… o no, puede que con la experiencia
adquirida se modifiquen estas normas. En cualquier caso, ya veo que en multitud
de grupos que ahora se reúnen mediante videoconferencia se producirá una enconada
discusión. ¿Seguimos viéndonos por Zoom, con la comodidad del pijama y las pantuflas,
o si somos diez o menos nos trasladamos a una casa, a una terraza, o incluso a
un tanatorio? Supongo que habrá opiniones para todos los gustos.
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