Confínate
durante una cincuentena de días en casa, oyendo alarmantes noticias de miles de
enfermos y de muertos por la pandemia y espeluznantes datos sobre la crisis
económica y social que se ha empezado a producir. Lee documentados y negrísimos
presagios sobre que la vida que conocimos nunca volverá; deprímete pensando que
tus mejores años ya pasaron y que solo queda por delante un incierto futuro en el
que los supervivientes tendremos que renunciar a muchos vicios adquiridos. Luego,
cuando ya te lo permitan las autoridades, sal de tu casa a pasear una tarde
veraniega del mes de mayo. Respira el olor de la hierba y de las flores,
escucha el canto de los pájaros sin la molestia del ruido de los automóviles,
observa a mucha otra gente que ha salido también a pasear y que emite por todos
sus poros ganas de vivir y de gozar. Busca caminos tranquilos que hace años que
no transitabas, bordea campos con el cereal ya crecido. Disfruta del sol que
declina en el horizonte y que se esconde detrás de nubes de tormenta. Aprovecha
que en el adminículo electrónico que siempre nos escolta tienes almacenada
parte de tu música favorita y hazte acompañar en el paseo por Alfredo Zitarrosa
cantando, recitando, Guitarra negra, saborea palabras como jopo, berreta, marronero,
garrón, guampa, espitada, que en el castellano cisatlántico no usamos. Llama a
otros amigos como Cat Stevens, Bob Dylan o Rod Stewart y escúchalos con los
auriculares que llevas puestos. Regresa a casa, sacúdete el polen del pelo y
piensa en qué recorrido harás mañana.
Repetir
la dosis a diario durante todo el tiempo que sea necesario.
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