lunes, 9 de noviembre de 2020

Día menos siete

Una de las cosas que me ocupó bastante durante los años en que trabajé en la Dirección General de Interior del Gobierno de Navarra fue la Policía Foral. Por aquel entonces, contaba solo con unos 80 miembros, y se planteaba que había que potenciarla. Mi jefe, como yo, recién llegado al asunto, me pidió un informe sobre qué funciones tenía encomendadas. Me encontré con que la bibliografía al respecto era inexistente y que las normas eran escasas y obsoletas. Tuve que preguntar a los policías qué hacían. Aquella pequeña investigación me hizo pensar que aquel era un buen tema para mi tesis doctoral, que estaban iniciando. Y con la Policía Foral me doctoré cinco años más tarde; un trabajo que fue publicado por el Gobierno de Navarra, que ha quedado ya un poco desfasado pero, como nadie ha venido a continuarlo, sigue siendo el único estudio monográfico sobre la materia.

Una vez convertido en doctor, mi director de tesis, el profesor González Navarro, me contrató como profesor asociado de Derecho Administrativo. Estuve unos años en la Universidad de Navarra y luego unos cuantos más en la Universidad Pública de Navarra. Descubrí que los profesores asociados son el proletariado del profesorado universitario; mano de obra barata para dar clases a grupos demasiado grandes de alumnos, y a quienes apenas se permite tocar balón en tareas de investigación. Después de unos años constaté mi fracaso; una de las funciones del profesor es motivar a los alumnos, pero yo conseguí el efecto contrario, me acabé desmotivando como profesor. Así que abandoné y opté por emprender tareas de investigación, que me encantan, como francotirador, fuera de la Universidad y por mi cuenta. Con cierto éxito, ya que a lo largo de los años he podido publicar unas cuantas monografías en temas diversos y un puñado de artículos en revistas jurídicas.

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