Mañana
por la noche va a llegar un meteorito. La NASA ha querido tranquilizar al mundo
informando que la distancia a la que pasará de nosotros será dieciséis veces
mayor que la existente desde la Tierra a la Luna. Ha añadido que, según los
científicos, la población puede tener la seguridad de que este asteroide pasará
cerca de la Tierra de manera segura. Es decir, que la Tierra seguirá siendo
igual de insegura, pero no a causa del meteorito.
En
otros tiempos un comunicado así hubiera sido tranquilizador, pero en estos…
Llevamos más de seis semanas confinados en casa por culpa de un virus que no
iba a llegar a España, según los científicos. Nos dijeron que era poco más de
una gripe y que no había que alarmarse, hasta que un día, de pronto, nos
dijeron que nos teníamos que alarmar mucho y meternos en casa. Hemos estado
creyendo que las mascarillas eran contraproducentes hasta hace pocos días, súbitamente
se han vuelto recomendables y puede que lleguen a convertirse en obligatorias.
Unos científicos dicen que quien pasa el virus ya queda inmunizado, otros dicen
que no hay constancia de que sea así. Yo soy partidario de confiar en los
científicos antes que en los cuñados o en los tuiteros, pero sabiendo que
también se equivocan a veces y que, en todo caso, avanzan poco a poco a través
de océanos de dudas, con el método prueba/error y sometiéndolo todo a
verificación y debate. Así que, por si acaso, yo tomaría en mi casa todas las
medidas de precaución contra el impacto de meteoritos que tuviera a mi alcance. Que no existen.
Para
debate furibundo, y me temo que poco científico, el que se desarrolla hoy en las
redes sociales y medios de comunicación sobre la suelta por las calles de niños, con adultos acompañantes, que se inició ayer. Según unos, estuvo presidida por
una irresponsabilidad general en la cual la gente no respetó las distancias de
seguridad, hicieron corrillos en playas y parques, se jugaron partidos de fútbol
improvisados y es posible que el coronavirus fuera quien más disfrutara del día.
Corren por ahí fotografías de gente demasiado apiñada y de grupos familiares
que excedían del límite legal de un adulto y un máximo de tres infantes. Si
fuera así, habría que exigir que en días sucesivos actúen las unidades antidisturbios
para disolver a los paseantes díscolos. Pero, según otros, la mayoría de la
gente cumplió con las limitaciones de forma responsable y solo una minoría se
pasó las medidas de seguridad por el arco del triunfo. Las fotografías, siempre
las mismas y repetidas una y otra vez, estarían desfigurando la realidad. Hay
quienes apuntan a que el zoom de los objetivos fotográficos distorsiona las
distancias y gente que mantenía la distancia puede parecer que está demasiado apelotonada.
Como
yo no salí no tengo criterio propio y desde la ventana no vi ni niños ni
adultos por mi calle. Afortunadamente, de momento el Gobierno se ha apuntado a
la tesis de que las recomendaciones se cumplieron de manera general y que los
incumplimientos fueron puntuales. Digo afortunadamente porque, de lo contrario,
podría ser que las autoridades nos castigaran a todos y pagáramos inocentes
por pecadores, sin dejarnos salir el ansiado día 2 de mayo. Prometo que, si me
dejan salir, me portaré bien.
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