Este
año será el año de las cosas que no hicimos. Cuando sea un recuerdo y ya le
hayamos puesto nombre (¿El año del coronavirus? ¿El año de la pandemia? ¿El año
del confinamiento? Supongo que no diremos el año de la COVID-19), contaremos
que este año no pudimos hacer esto, o que no hicimos lo otro, y explicaremos
cómo hubieran sido las cosas que no hicimos y cómo fueron las que tuvimos que
hacer en su lugar.
Hoy, Día
del Libro, los libreros hubieran sacado los libros a la calle. Yo hubiera ido a
Tudela, donde la librería Libros a la Taza hubiera montado en la Plaza de los
Fueros, el tiempo hubiera acompañado con una máxima de 20 grados de temperatura
y sin lluvia, unas mesas para que unos cuantos escritores navarros firmáramos
nuestras obras, y yo estaría promocionando Hemingway en los sanfermines.
El acto se habría incluido en el programa del mes de la verdura que estaría
celebrando la ciudad, así que supongo que hubiera comido o cenado en buena compañía
algún plato de la estupenda verdura que cultivan por allí. En lugar de eso,
celebramos la fiesta de los libros en casa, a través de las redes sociales.
Si este
fuera un año normal, las editoriales estarían lanzando los libros que habían
previsto para la primavera, algunos colegas estarían haciendo las
correspondientes presentaciones en los sitios de costumbre, y yo estaría
asistiendo a algunas de ellas y después nos iríamos a echar unas cañas y a
seguir hablando de libros o de lo que se terciara. Estaríamos preparando ya la
Feria del Libro para finales de mayo, donde volveríamos a presentar las
novedades de estos últimos meses, firmaríamos libros y trataríamos de convencer
a los lectores de que los compraran e, incluso, los leyeran. En lugar de eso,
las editoriales han paralizado o aplazado la publicación de muchos de los
libros que tenían previstos, los escritores nos tememos que publicar en un
futuro próximo vaya a ser todavía mucho más difícil de lo que ya era, las
presentaciones de nuevos libros se están haciendo por internet y las ferias del
libro se han aplazado a otoño, en el mejor de los casos, o quizás no se lleguen
a celebrar este año. Se está leyendo más, porque la gente está en casa y tiene más
tiempo para leer, pero es dudoso que se estén comprando más libros, los
aficionados a la lectura estamos dando cuenta de esa pila de libros pendientes
que tenemos en casa, algunos con polvo de años. También resulta incierto que se
vayan a vender muchos libros cuando, al fin, salgamos a la calle y reabran las
librerías, porque estaremos inmersos en una nueva crisis económica donde las
prioridades de gasto serán otras.
Si no
fuera este año, el Ayuntamiento de Pamplona no hubiera anunciado anteayer que
no habrá sanfermines, y no me hubieran llamado unos cuantos periodistas para
preguntarme por otras ocasiones en que se suspendieron las fiestas, y yo no me
sabría con detalle cuántas veces se suspendieron por guerras y que nunca se
había suspendido por epidemias, porque no me hubiera molestado en buscar los
datos hace unos días para consignarlos en este blog, y no hubiera salido en
Navarra TV a través de Skype en el cuarto de estar de mi casa explicándolo. Si
fuera un año normal, no estaría pensando en que, en cuanto reabran los
restaurantes, tengo que llamar a El Burladero, donde desde el 6 de julio pasado
tengo hecha la reserva para almorzar el próximo día 6 de julio, para decirles
que hagan el favor de pasar la reserva al 6 de julio de 2021.
En fin,
que, incluso en este año raro, feliz Día del Libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario