Dice
la prensa que en Wuhan, donde después de once semanas de confinamiento ya les
dejan moverse, todo el mundo padece un trauma. Están preocupados porque van a
necesitar mucha terapia, y China solo tiene 2,2 psiquiatras por cada 100.000
personas, por debajo de los 9,7 de España o los 21,7 de Argentina. Quizás los
argentinos tengan que enviar psiquiatras a China a cambio de mascarillas.
Aunque
aquí nos amenazan con varias semanas más de confinamiento, no creo que vayamos
a salir tan tocados mentalmente. Pienso que hemos empezado ya, de forma espontánea,
con terapias preventivas. La de salir a los balcones o ventanas todas las
tardes a aplaudir me parece una medida importante. La excusa es aplaudir a los
sanitarios, que bien se lo merecen, pero de paso aprovechamos para más cosas,
para airear cuerpo y mente. En mi barrio tiran un chupinazo, supongo que para
rememorar cuando estamos de fiesta, y ponen música a todo volumen, empezaron
con Resistiré pero han pasado a temas variados, lo mismo Susanita
tiene un ratón que la banda sonora de Grease. No tenemos balcones
como para hablar con el vecino de al lado, pero en muchos barrios donde la
arquitectura lo permite están quedando para charlar y tomar el aperitivo.
Reunirse
virtualmente creo que también contribuirá mucho a nuestra salud mental. Al principio,
con la idea de que esto no duraría mucho, a la mayoría no se nos ocurrió
empezar a quedar en videoconferencia, que suena a teletrabajo. Pero según que
esta experiencia irreal se nos va convirtiendo en nuestra realidad cotidiana, vamos
reorganizando nuestra vida social a través de una pantalla y cada vez más quedamos
para tomar cañas virtuales. No me extraña que se vacíe el estante de la cerveza
en los supermercados. A mí, de siete días de la semana, ya solo me quedan
libres de reuniones lunes y martes.
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