Ya nos
hemos comido un mes de primavera, aunque quienes lo hemos pasado confinados sufrimos
la penosa impresión de que no tenemos primavera. Por ahora, este es un año sin
primavera, esperemos que no sea un año sin verano, que antes de que llegue el
solsticio, aunque no hayamos vuelto por completo a la normalidad y tengamos un
año sin sanfermines, podamos andar ya por la calle e incluso por el campo y la
playa. Hubo un año llamado así, el año sin verano, que fue el de 1816. La
temperatura bajó notablemente en todo el mundo debido, principalmente, a las
erupciones volcánicas entre el 5 y el 15 de abril de 1815 del monte Tambora, en
la isla de Sumbawa de las Indias Orientales Holandesas (actualmente Indonesia).
Se considera la mayor erupción de la historia. Aparte de provocar miles de
muertos, el volcán arrojó a la atmósfera una enorme cantidad de polvo, cenizas
volcánicas y dióxido de azufre que durante muchos meses impedían la llegada
normal de la luz solar. Además del frío, aumentaron las lluvias y hubo copiosas
nevadas en fechas y lugares desacostumbrados. Se malograron las cosechas,
escasearon los alimentos y en algunos países el hambre produjo disturbios.
Aquel
año sin verano tuvo un impacto directo en la literatura. Uno de los países más
afectados por las inclemencias meteorológicas fue Suiza. Allí veraneaban, en la
Villa Diodati, a orillas del lago Leman, cerca de Ginebra, un grupo de escritores
e intelectuales ingleses: lord Byron, su amante, Claire Clairmont, Percy Shelley,
Mary Wollstonecraft Godwin (que luego se casaría con Shelley y adoptaría su
apellido) y John William Polidori. Todos de clase alta, que por aquella época era
la única que se podía permitir viajar y veranear. Aburridos al no poder salir
de la mansión por el frío y la lluvia, se dedicaron a contarse historias de
terror. De aquellas veladas salió la novela Frankenstein, de Mary
Shelley, y dos relatos sobre vampiros, Fragmento
de una novela, de Byron, y El vampiro, de
Polidori, que luego inspirarían a Bram Stoker para escribir Drácula. Aquellas
vacaciones en el año sin verano se narran en la película Remando al viento,
dirigida por Gonzalo Suárez en 1988.
No sé
si este año sin primavera dejará algo de interés a la literatura. Poco por mi parte.
Salvo estos modestos e irregulares comentarios, estoy poco centrado para
escribir, sé que hay más escritores a los que les sucede lo mismo, pero hay otros
que presumen de estar aprovechando el confinamiento para plasmar su experiencia
en poemas o para rematar alguna novela. En un par de siglos sabremos cuántos clásicos
nos ha legado la pandemia.
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