Dicen
las autoridades que ya entramos en el período de estabilización de la epidemia
y los periodistas, opinadores y sufridos sufridores debaten, debatimos, sobre
cuánto durarán las medidas de restricción de nuestras vidas. Los optimistas
esperan que a partir del 12 de abril se puedan empezar a levantar o relajar las
medidas de confinamiento domiciliario. Los pesimistas aseguran que el estado de
alarma se prorrogará de nuevo, una o más veces. Los cenizos y apocalípticos,
aquí y en otros países, auguran todavía varios meses de penitencia. Eduardo
Laporte publicaba ayer un artículo titulado Asumidlo:
no habrá Sanfermines este año, donde parece alinearse entre los últimos.
Hace no muchas semanas se iban posponiendo actividades para los meses de mayo y
junio, conciertos, clases, selectividad, oposiciones, congresos, la final de la
Champions, dando por hecho que para entonces estaríamos de vuelta en la
normalidad. Diríase que ahora va cundiendo el desaliento sobre que en julio
hayamos salido de la pesadilla, y se van aplazando más cosas hasta después del
verano o hasta el año próximo. Mi postura personal es la misma que cuando
empezó, hace un par de meses, el debate sobre si la epidemia iba a llegar a
España e iba a ser muy grave, o si apenas la íbamos a padecer y se estaba
creando demasiado alarmismo. No tengo ni idea.
Si fuera
cierto que, por culpa del virus, no pueden celebrarse los sanfermines en su
fecha (no lo descarto, aunque a tres meses vista todavía albergo alguna
esperanza de que el Chupinazo pueda lanzarse el 6 de julio), sería la primera
vez en los dos últimos siglos. Sí que se han suprimido las fiestas de Pamplona,
dejando solo los actos religiosos, con ocasión de nuestras habituales guerras
civiles (de 1808 a 1814, de 1821 a 1823, de 1834 a 1838, de 1872 a 1875, en
1937 y 1938), pero nunca porque lo impidiese una epidemia. Y epidemias,
haberlas, las ha habido, y en épocas en que no se disponía todavía de vacunas,
ni respiradores, ni uvis, ni paracetamol.
En 1834
se produjo la primera gran epidemia de cólera morbo asiático (las epidemias
siempre nos han llegado desde oriente), en Navarra se contagiaron 6.134
personas de las que murieron 1.542, incidió sobre todo en la Ribera. En
Pamplona hubo pocos fallecidos y si se suspendieron las fiestas fue por la
situación bélica. En 1855 se produce una segunda epidemia de cólera, en este
caso mucho más grave, en Navarra hay 40.872 contagiados y 13.715 muertos, en aquella
ocasión la enfermedad sí afectó a Pamplona y, en general, a toda la provincia.
Se debatió si suspender los sanfermines, pero finalmente se celebraron. En 1885
llega la tercera gran epidemia de cólera, en Navarra afectó de nuevo
principalmente a la Ribera. Hubo 12.985 enfermos y 3.261 muertos. Pamplona
apenas si notó el cólera, dando solamente 26 muertos, se planteó otra vez la
supresión de los sanfermines, pero finalmente se celebraron. Durante la
epidemia de gripe “española” de 1918 se produjeron en Navarra unos 3.000
muertos. En Pamplona hubo 243 fallecimientos; apareció un primer brote en
primavera, con solo 15 fallecidos, que desapareció al llegar el verano, y los
sanfermines se celebraron normalmente; la enfermedad reapareció en otoño, entonces
se produjo la mayor mortalidad.
Así
que ya veremos…
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