Día
extraño, un lunes que no acaba de ser lunes porque es festivo, aquí, en
Pamplona, y un festivo que no acaba de ser festivo porque desde hace un mes para
mí no hay días laborables. Solo días, muy parecidos unos a otros.
Entre
hoy y mañana hay empresas que vuelven al trabajo, después de dos semanas de
cierre. No soy experto en pandemias y no tengo ni idea de si es una medida
acertada, como no sé si fue acertado decretar el cierre. Me sorprende la
seguridad con la que mucha gente, que creo que tampoco tiene un máster en
epidemiología, se indigna en las redes sociales y critica la medida augurando
miles de contagiados y de muertes. También me escama la seguridad con la que
otros defienden la vuelta a la situación anterior. Yo suelo intentar opinar
solo de los asuntos en los que creo saber algo (de física cuántica o de cine coreano
no hablo nunca) y, aun así, me doy cuenta de que muchas veces me interno
demasiado en terrenos pantanosos en los cuales me empieza a fallar la
información. Me da mucha envidia esa gente que parece no sufrir el menor
complejo de opinar, con total seguridad, sobre asuntos en los cuales demuestra
su absoluta ignorancia apenas abre la boca, con amplio uso de datos erróneos y
apoyándose en la autoridad de bulos ampliamente difundidos. Todos nos vemos
obligados, muy a menudo, por no decir siempre, a tomar decisiones con
información muy parcial y limitada, pero hay personas que parecen disfrutar ejerciendo
deportes de riesgo como opinar con total convencimiento y sin necesidad sobre
lo que no saben, criticar a degüello sin conocer las circunstancias y aplicar recetas
simples a problemas complejos. Los expertos se equivocan todos los días, la
realidad es demasiado complicada y los datos suelen ser confusos y ambivalentes,
pero hay quienes viven en un maravilloso mundo monoédrico donde no cabe la duda
y donde las cosas son blancas o negras.
Escribía
Javier Muguerza que “la perplejidad es un padecimiento que requiere de
cura —si la tiene— lenta y parsimoniosa”. Qué suerte la de los que no la
padecen, o de los que se han curado con algún remedio mágico.
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