En su artículo semanal
de esta semana, Patxi Irurzun se queja de las recomendaciones de libros para
leer, dice que necesitaría cuarenta cuarentenas para poder leer todos los
libros que le recomiendan, aunque reconoce que él también ha recomendado libros
por imposición de sus editores y que no tiene tiempo para leer porque, entre
otras cosas, se pasa el día grabando vídeos para recomendar a los demás qué
tienen que leer. Estoy totalmente identificado con lo que dice, yo también
tengo montones de libros pendientes de leer y cada vez que me recomiendan más
libros, sobre todo si son “imprescindibles”, me causan una zozobra interior que
me dificulta centrarme en la lectura.
Algo
parecido sucede cuando uno es escritor. Lo he contado muchas veces, durante
años escribí y publiqué unos cuantos libros, pero como eran ensayos nadie decía
de mí que fuera escritor. Luego publiqué una novela, y luego otra y otra, y me
empezaron a conceder ese título. Desde entonces tengo mucho menos tiempo para
escribir. Como eres escritor, tienes que promocionar tus libros, conceder
entrevistas, ir a presentaciones y firmas, dar charlas en colegios y
bibliotecas, participar en mesas redondas. Te piden que colabores en un blog
literario, te envían libros para que los leas y hagas una reseña para otro
blog, te invitan a presentaciones de libros ajenos a las que vas porque sus
autores vinieron a la presentación de tus libros, te piden que participes en
libros colectivos, te ruegan que formes parte del jurado de un premio
literario, te sugieren que te afilies a una o varias asociaciones de
escritores, te eligen para una junta directiva, te envían manuscritos de libros
para que des tu opinión al autor, te piden que dones un libro para una obra
benéfica (solidaria, le dicen ahora) y que vayas a hacerte una foto en el
correspondiente acto de entrega, te ofrecen leer unos párrafos del Quijote el
Día del Libro, te ruegan que redactes el prólogo para el libro de un colega, te
instan a impartir una conferencia en un congreso de escritores, te solicitan
que opines sobre algún tema del que no sabes nada, te añaden en treinta grupos
literarios de Facebook, te piden que recomiendes libros para leer… Todo por el
amor al arte, eso sí, para comer hay que tener otra profesión respetable.
En
otros tiempos, supongo que todo eso era evitable. Te encerrabas en casa, como
Salinger, y desconectabas del mundo. Pero ahora, aunque estés encerrado en casa
por el confinamiento obligado a que nos ha conducido la pandemia de coronavirus,
no desconectas en absoluto. Sigues igual, con las mismas ocupaciones,
compromisos e invitaciones, pero online, virtual, por guasap, por
videoconferencia. Así que, menos leer y escribir, haces de todo.
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