jueves, 10 de mayo de 2018

Unamuno



No sé si es bueno que la historia sea objeto de titulares en la prensa. La historia, como ciencia, debe acercarnos al conocimiento de los hechos sucedidos en el pasado y ayudarnos a su interpretación. La prensa, en teoría, nos debe acercar al conocimiento de los hechos del presente, pero con frecuencia a lo que se dedica es a la propaganda política, en un sentido o en otro, o a fabricar titulares cuanto más escandalosos y llamativos, mejor, al margen de su ajuste a la realidad.

Digo esto por el debate que ha montado estos días el otrora prestigioso periódico El País a cuenta de los hechos protagonizados por Miguel de Unamuno el 12 de octubre de 1936, donde se enfrentó al general Millán Astray y que supuso su ruptura con el recién instaurado régimen franquista y su ostracismo. La polémica se inicia con un titular muy llamativo: “Lo que Unamuno nunca le dijo a Millán Astray”. Sergio Molina, un historiador salmantino, considera que los hechos de aquel día se han exagerado, que se trató de “un acto brutalmente banal, donde se dieron cuatro voces y se despidieron a la salida”. Otros historiadores consideran que, aunque no se conozcan las palabras exactas de los discursos pronunciados ese día y se hayan difundidos versiones muy literarias de ellos, el enfrentamiento existió y tuvo bastante calado, lo que da lugar a otro titular igualmente altisonante: “Miguel de Unamuno vence: el mito se mantiene en pie”.

Por lo que he visto, nadie cita lo que hoy llamamos Boletín Oficial del Estado, que en aquellos azarosos días tenía dos ediciones bien distintas, una impresa en Madrid  por el Gobierno de la República (Gaceta de Madrid) y la otra en Burgos por los sublevados (Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España). Creo que da algunas pistas sobre esta historia de cómo el republicano Miguel de Unamuno pasó de apoyar el alzamiento militar de julio de 1936 a enfrentarse a sus promotores y a ser proscrito de la vida oficial.

El 23 de agosto de 1936 se publica en la Gaceta de Madrid el cese de Unamuno como rector vitalicio de la Universidad de Salamanca. Se trasluce en la exposición de motivos del decreto el dolor de los gobernantes ante lo que interpretan como una traición a la República. El 4 de septiembre siguiente se publica en el Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de España otro decreto en sentido opuesto, confirmando a Unamuno como rector. De su texto se deduce el alborozo de los sublevados por haber conseguido el apoyo de tan prestigioso intelectual. El 28 de octubre un nuevo decreto firmado por Franco le destituye definitivamente como rector. La ausencia de motivación expresa, mejor que cualquier texto, indica la afrenta que provocaron las palabras de Unamuno en el acto del 12 de octubre.




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