jueves, 3 de mayo de 2018

Desarrollo sostenible




El próximo 26 de mayo se disputará la final de la Liga de Campeones de la UEFA, más conocida como la Champions, entre el Liverpool y el Real Madrid. El partido se jugará en Kiev, capital de Ucrania, que está, a vuelo de pájaro, a más de 2.000 kilómetros de Liverpool y a casi 3.000 de Madrid. Quiere decir eso que más de 50.000 personas (el estadio tiene 63.000 localidades) viajarán varios miles de kilómetros para presenciar la final, lo que obviamente supondrá un gasto de energía en los medios de transporte que utilicen y un impacto en las emisiones de contaminantes a la atmósfera.

A uno se le ocurre que se ahorraría bastante en tiempo, dinero, energía y contaminantes si, en lugar de irse hasta Kiev, los dos equipos y las dos aficiones se dieran cita, bien en una de las dos ciudades cuyo equipo juega la final, bien por mor de disponer de campo neutral en una ciudad más o menos equidistante y a medio camino de los 1.500 kilómetros que hay entre esas dos ciudades. Qué sé yo, París, Nantes, Tours...

Este despilfarro se repite cada doce meses. El año pasado el Real Madrid y la Juventus se fueron a Cardiff, como si Toulouse no estuviera a medio camino de Turín y Madrid; hace dos años fue peor, Real Madrid y Atlético de Madrid, que como todo el mundo sabe residen en la misma ciudad, se fueron hasta Milán (hace cuatro años los mismos dos equipos viajaron sin ninguna necesidad hasta Lisboa). Y así siempre, y no quiero ni pensar cuántos acontecimientos similares a la Champions se celebran por todo el mundo.

Vale, ya sabemos que la Champions es un negocio, que la UEFA es una empresa que fabrica espectáculo y quiere ganar dinero y que tiene que contentar a los accionistas repartiendo el espectáculo y el dinero un año en un país, otro año en otro. Pero digo yo que las autoridades, tanto de la Unión Europea como de los países miembros de la UEFA, algo tendrían que decir ante esta prescindible peregrinación anual de miles de aficionados y el despilfarro de recursos económicos que supone. Ya sabemos que el mercado, dejado en libertad, no atiende a criterios de desarrollo sostenible sino de beneficio a corto plazo y si se hunde el mundo, que se hunda (a ello vamos de forma acelerada). Pero dada la matraca que nos dan nuestros gobernantes con lo de la sostenibilidad y la ecología, deberían tomar cartas en el asunto.

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