viernes, 6 de diciembre de 2019

Anécdotas constitucionales


Allá según se cambiaba el calendario del año 1975, acababa de morir Franco y había sido entronizado Juan Carlos I, por el del año 1976, a alguien en las altas esferas del Gobierno español, que seguía presidiendo Arias Navarro, se le ocurrió una brillante idea. Igual que desde tiempo antes se intentaba convencer a los españoles de que el régimen político del que disfrutaban era una democracia, "democracia orgánica", eso sí, ahora había que convencerles de que ya poseían una monarquía constitucional, con una Constitución similar a la de cualquier otro país occidental. No era necesario, pues, ningún cambio de régimen, ningún proceso constituyente, mucho menos una revolución, bastaría con hacer alguna pequeña adaptación de las leyes vigentes.

Con ese fin, la editorial Doncel, que dependía de la Delegación Nacional de Juventudes, órgano de aquel atípico ente denominado Movimiento Nacional y que era sucesor del partido único, Falange Española Tradicionalista de las JONS, en una época en la que ya no quedaba bien tener un partido único, y que constituía el principal aparato de propaganda del franquismo, editó un librito pomposamente titulado La Constitución Española; guardo un ejemplar en mi biblioteca. En realidad, se trataba de hacer pasar como una auténtica Constitución a las leyes fundamentales franquistas.


La maniobra no tuvo mucho recorrido. Unos meses más tarde Arias Navarro fue sustituido por Suárez, el cual era consciente de que era necesario un proceso constituyente para dar legitimidad a la monarquía, y que se puso a la tarea de elaborar la Ley para la Reforma Política de 1976 que daría paso a las elecciones de 1977 y a la posterior aprobación de la Constitución de 1978. Unos cuantos exministros franquistas liderados por Fraga Iribarne, y entre los que también estaba Arias Navarro, se presentaron a las elecciones de 1977 como Alianza Popular (desde 1989 se llama Partido Popular) y en su programa electoral propugnaban mantener las leyes fundamentales, convenientemente reformadas. Les comieron el pan del morral Suárez y su Unión del Centro Democrático (donde se ubicaron buena parte de los apparátchiki del Movimiento Nacional, capitaneados por Martín Villa, y apodados "los azules"), que supieron leer mejor el espíritu de los tiempos. Cumplida su misión, la UCD naufragó estrepitosamente en las elecciones de 1982 y cedió el testigo del espacio electoral del centroderecha a Fraga, que se quedó con casi todos los restos del naufragio.

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