La
primavera está ahí fuera, pero en casa sigue siendo cuarentena. Creo que he
llegado a mi nivel de saturación máxima de noticias sobre el coronavirus, esta mañana
no he soportado más de unos pocos minutos el oír a periodistas y tertulianos
pontificar sobre el monotema y me he pasado a la música de Radio 3. Casi mejor
estar desinformado hasta que acabe el estado de alarma, ya me enteraré por el
Boletín Oficial del Estado, y pensar en otras cosas.
Dando
por perdidas las próximas semanas, incluyendo el plan que tenía para Semana Santa,
hay que empezar a reajustar la agenda a largo plazo. La UEFA se ha empeñado en
descuadrar la mía. Habitualmente, para organizar mi cena de cumpleaños, el
último o penúltimo sábado de junio, tengo que estar atento, año sí, año no, al
calendario del Mundial o de la Eurocopa, por si coincide que hay partido de la
selección española. A mí no me interesa el fútbol, pero tengo amigos a los que
sí, nadie es perfecto. Un año tuve que convocar la cena en un local con
televisión porque coincidía día y hora. Este año (estas cosas yo las preveo
desde enero) estaba todo bajo control. Tocaba Eurocopa, pero el sábado 27 de
junio a las 21:00 estaba programado un partido de octavos entre el primero del
grupo A y el segundo del grupo C. España está en el grupo E, así que no había
riesgo. Resulta que la Eurocopa se ha retrasado a 2021 y el 27 de junio han
puesto la final de la Champions, que iba a ser el 30 de mayo. Así que deseo
fervientemente que en los partidos que quedan, si es que se llegan a celebrar,
sean eliminados el Real Madrid, el Barcelona y el Atlético de Madrid para que
no me compliquen la vida. Una final Lyon-Nápoles estaría bien, pero no las
tengo todas conmigo que, con el retraso de la liga de fútbol española, coincida
también con el último partido de Osasuna y se esté jugando algo. Para el año
que viene, 2021, la Eurocopa vuelve a amenazar mi cumpleaños; y confiemos en
que empiece el 11 de junio, como han anunciado, y no me altere mi fiesta de
jubilación el 5 de junio, pero como el mundo está loco ya no te puedes fiar de
nada ni nadie.
Mi
carrera literaria también ha quedado descuadrada. Está en el aire qué pasará el
Día del Libro, que iba a ir a firmar a Tudela, y qué sucederá con la Feria del
Libro de Pamplona, que suele coincidir con la de Madrid que ya ha sido
trasladada a octubre, en la que esperaba promocionar mi último libro. Me han clausurado
el Congreso de Novela y Cine Negro de Salamanca para el que ya tenía preparada
una magnífica comunicación, ahora no sé si será publicada o no, y no quiero ni pensar
en el futuro de la novela cuya publicación estoy negociando con varios grupos
editoriales (o sea, esperando a ver si alguno quiere publicarla). Si el
panorama editorial ya estaba muy cuesta arriba, con el coronavirus la cosa se
empina mucho más. Cuántas prometedoras carreras de escritores todavía no descubiertos
por el gran público, como yo, pueden quedar en la cuneta.
Los sanfermines
me preocupan menos, aunque haya voces alarmistas sobre si se podrán o no
celebrar. Si no es en julio, ya los haremos en septiembre, por San Fermín Chiquito.
Como en 1978. Y así estiramos la escalera tres peldaños más, siete de julio,
ocho de agosto y nueve de septiembre. No hay mal que por bien no venga.
Oye, estas corabitácoras están muy bien. Me gustó lo de estirar la escalera, serán unos SF íntimos.
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