lunes, 30 de marzo de 2020

Escrito durante el coronavirus 18


Por motivos profesionales soy de esos raros especímenes que lee los diarios oficiales, entre ellos, el Boletín Oficial del Estado. Y fui una de las muchas personas que, anoche, estuvo esperando a pie de la pantalla de ordenador (hace tiempo que todos los boletines oficiales son electrónicos y no en papel) a ver cuándo salía el número extraordinario que recogía el nuevo Real Decreto-ley aprobado en el Consejo de Ministros dominical que da otra vuelta de tuerca al confinamiento domiciliario. Faltaban apenas veinte minutos para la medianoche cuando, al fin, se publicó. Como suele ser habitual en estas disposiciones de emergencia, se establecía que entraba en vigor el mismo día de su publicación. Un poco difícil, porque para cuando uno acababa de leerlo ya estábamos en lunes.

En estos momentos no me quiero unir a los que van a degüello contra cualquier cosa que hace o dice el Gobierno. Pienso que todo Gobierno es un mal necesario al que hay que vigilar, controlar y criticar porque cualquiera que ejerza poder, como mínimo, a veces se equivoca y, con frecuencia, también abusa. Así que, aunque manden los tuyos, hay que estar siempre alerta. Pero también conviene ejercer la crítica con rigor, después de obtener y analizar la información precisa, en el momento adecuado y en términos constructivos. Con la que está cayendo, hay que ser muy prudentes y esperar un poco antes de criticar, ahora la prioridad es acabar con la pandemia. Claro que patrocinar esta conducta va en contra de nuestras más arraigadas costumbres de hooligans políticos. Como cantaba Loquillo, “para qué discutir, si puedes pelear”, o como escribió Patxi Irurzun, “¿Para qué vamos a perder el tiempo hablando si podemos arreglarlo a hostias?”.

Pero sobre esta publicación apresurada y a deshoras del BOE, que se va convirtiendo en costumbre, sí quiero hacer alguna pequeña reflexión. Entre las muchas cosas que tendremos que revisar en el futuro, en la nueva civilización que saldrá de las ruinas de la que hemos conocido antes de la pandemia, quizás esté el régimen de publicación de las normas y de su entrada en vigor. Hasta ahora hemos supuesto que los diarios oficiales tienen una fecha de publicación y que las normas entran en vigor un día determinado a las 0:00 horas. En el futuro, quizás debamos tener en cuenta la hora de publicación y la hora de entrada en vigor, porque el tiempo hoy no funciona igual que en el pasado, vivimos en un tiempo mucho más líquido.

En realidad, es lo mismo que sucede con los periódicos en general. En otros tiempos un periódico era una publicación impresa en papel que llevaba la fecha del día en que se imprimía. Recién impreso, se ponía a la venta. Algunos se publicaban todos los días y por eso se llamaban diarios (Diario de Mallorca, Daily Telegraph, Giornale di Sicilia). Durante siglos hubo periódicos de la mañana y periódicos de la tarde, el nombre de algunos de ellos todavía refleja esa costumbre: La Mañana, Corriere della Sera, Manchester Evening News. Algunos periódicos importantes tenían varias ediciones diarias, a la mañana, a la tarde, incluso a la noche.

Este orden al que estábamos acostumbrados los que tenemos ya cierta edad, en el que preguntábamos “¿Qué dice hoy el periódico?”, se ha roto completamente con internet y la digitalización de los periódicos. Las noticias aparecen en la web de cada medio en cualquier momento, según se van produciendo, a lo largo de todo el día. Aunque muchas de ellas se impriman, y el ejemplar en papel se ponga a la venta cada mañana (la prensa vespertina se ha extinguido), para entonces ya es una noticia antigua que hemos conocido a través de la web, de la radio o de la televisión. Si uno compara la edición digital con la de papel, comprueba que las noticias impresas aparecen en la web con fecha (y hora) del día anterior. En estos tiempos de noticias electrónicas también han surgido prácticas de piratería informativa como la de compartir en las redes sociales noticias antiguas como si fueran de ahora mismo. Hasta los cataplines me tienen los que esta semana han colgado repetidamente la noticia de la detención de Puigdemont en Alemania, sin advertir que es una noticia de hace dos años. Si una media verdad suele constituir la peor de las mentiras, una noticia antigua puede ser la más perversa de las fake news.

El BOE tiene su origen en la Gaceta de Madrid, un periódico impreso que originalmente daba noticias y que se empezó a publicar en 1661. Desde 2009 es una publicación electrónica, pero mantenemos ciertas prácticas que se han vuelto mera ficción, como su formato de periódico diario que aparece, de ordinario, por la mañana, y que podemos leer al inicio de la jornada de trabajo los que todavía tenemos ese vicio. A estas alturas de la historia, sería más práctico que hubiera una publicación continua donde cada disposición, resolución o anuncio llevara la fecha y la hora en la que se ha colgado de la web.

Sí, ya sé que mientras yo escribo sobre estas nimiedades otros se ocupan de servicios esenciales como salvar vidas o colocar banderas a media asta. Pero es que algunos no tenemos ninguna utilidad para cosas más importantes…

No hay comentarios:

Publicar un comentario