jueves, 19 de marzo de 2020

Escrito durante el coronavirus 7


Hoy, al ser festivo, voy a dedicar el día mayormente a la holganza. Como el estado de alarma permite salir de casa para atender a mayores y dependientes, voy a ir luego a ver a mi tía que, a sus 108 años, es ambas cosas. De normal me hubiera tocado ir más veces estos días ya que mis hermanos y yo nos vamos turnando para suplir en sus ausencias y descansos a Edith, la interna que la atiende, pero ya que ella tampoco puede salir de casa, y hay que evitar el contacto en lo posible, no ha sido necesario. Por cierto, que legalmente, a efectos de permisos y reducciones de jornada para atender a enfermos y dependientes, antes del coronavirus y ahora también, los tíos y tías no existen. Son parientes de tercer grado de consanguinidad y las normas solo llegan hasta el segundo. Como si en la mayoría de las familias no existiera algún tío soltero, más frecuentemente una tía soltera, sin hijos, que en su ancianidad han de ser atendidos por los sobrinos. Salvo que estos sean de esos desalmados que se desentienden de ellos abandonándolos en una siniestra residencia. Yo mismo soy un tío soltero que, llegado el caso de necesitar asistencia en mi ya próxima vejez, no existo para el legislador. Ni para venir a mi funeral mis sobrinos tendrían algún permiso. Voy a demorar lo más posible mi defunción a ver si cambia la ley.

Mi tía se ha librado del coronavirus que está diezmando a los ancianos, ha superado recientemente una neumonía que le obligó a un ingreso hospitalario y se ha recuperado también de un bajón que le dio tras la neumonía, no es la primera vez, y que durante un par de días pareció que iba a ser fatal. No tiene intención de morirse por ahora, dice que le daría rabia que la gente pensara que ha sido por el coronavirus. No puede salir al balcón para aplaudir, pero lo haré yo por ella con palabras. Quiero agradecer el trabajo del personal sanitario, tanto el que trabaja en el hospital como en los centros de salud, en la hospitalización domiciliaria y en las urgencias, que desde hace años vienen atendiendo a mi tía y lo hicieron también antes con mi madre. Son un enorme alivio para las familias con personas mayores y enfermas. Que no se nos olvide cuando pase esta emergencia, y que tampoco se nos olvide que hay que pagar impuestos para mantener el sistema sanitario.

Y ya puestos, acabemos con felicitaciones a los josés, maríasjosés, josefas, pepes y pepas, a los padres, y a la Constitución de 1812 cuyo artículo segundo decía que “la nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona”. Viva la Pepa.

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