Hoy, al
ser festivo, voy a dedicar el día mayormente a la holganza. Como el estado de
alarma permite salir de casa para atender a mayores y dependientes, voy a ir
luego a ver a mi tía que, a sus 108 años, es ambas cosas. De normal me hubiera
tocado ir más veces estos días ya que mis hermanos y yo nos vamos turnando para
suplir en sus ausencias y descansos a Edith, la interna que la atiende, pero ya
que ella tampoco puede salir de casa, y hay que evitar el contacto en lo
posible, no ha sido necesario. Por cierto, que legalmente, a efectos de
permisos y reducciones de jornada para atender a enfermos y dependientes, antes
del coronavirus y ahora también, los tíos y tías no existen. Son parientes de
tercer grado de consanguinidad y las normas solo llegan hasta el segundo. Como
si en la mayoría de las familias no existiera algún tío soltero, más
frecuentemente una tía soltera, sin hijos, que en su ancianidad han de ser
atendidos por los sobrinos. Salvo que estos sean de esos desalmados que se desentienden
de ellos abandonándolos en una siniestra residencia. Yo mismo soy un tío
soltero que, llegado el caso de necesitar asistencia en mi ya próxima vejez, no
existo para el legislador. Ni para venir a mi funeral mis sobrinos tendrían
algún permiso. Voy a demorar lo más posible mi defunción a ver si cambia la
ley.
Mi tía
se ha librado del coronavirus que está diezmando a los ancianos, ha superado recientemente
una neumonía que le obligó a un ingreso hospitalario y se ha recuperado también
de un bajón que le dio tras la neumonía, no es la primera vez, y que durante un
par de días pareció que iba a ser fatal. No tiene intención de morirse por
ahora, dice que le daría rabia que la gente pensara que ha sido por el coronavirus.
No puede salir al balcón para aplaudir, pero lo haré yo por ella con palabras.
Quiero agradecer el trabajo del personal sanitario, tanto el que trabaja en el
hospital como en los centros de salud, en la hospitalización domiciliaria y en
las urgencias, que desde hace años vienen atendiendo a mi tía y lo hicieron
también antes con mi madre. Son un enorme alivio para las familias con personas
mayores y enfermas. Que no se nos olvide cuando pase esta emergencia, y que tampoco
se nos olvide que hay que pagar impuestos para mantener el sistema sanitario.
Y ya
puestos, acabemos con felicitaciones a los josés, maríasjosés, josefas, pepes y
pepas, a los padres, y a la Constitución de 1812 cuyo artículo segundo decía que “la nación
española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna
familia ni persona”. Viva la Pepa.
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