Bueno,
pues ya tenemos las normas un poco más claras, confinamiento domiciliario hasta
nueva orden, con un limitado repertorio de casos en los que nos permiten salir
a la calle de uno en uno. Se me despeja la duda, tengo que seguir yendo a
trabajar porque, de momento, no cerramos y no hay novedades sobre la
posibilidad de hacer teletrabajo. Me llena de orgullo y satisfacción que mi
función sea socialmente tan importante como la de los estancos y las
peluquerías, y más importante aún que la de los bares. Por cierto, lo de los
estancos supongo que no es para echar la loto (¿seguirá habiendo loterías?), sino
que se debe a que para los adictos a la nicotina el tabaco es producto de
primera necesidad. Me inquieta pensar en lo mal que lo van a pasar los adictos
a otras sustancias como la marihuana o la cocaína, en el real decreto del
estado de alarma no se ha incluido una excepción para sus proveedores y los locales
donde suelen ofrecer sus productos están cerrados. Se tendrán que dar al
alcohol, aprovechando que lo pueden comprar en las tiendas de alimentación.
Así
que el domingo lo dedico a estar en casa. Tengo la suerte de que esta crisis
sanitaria me coge en una provecta edad en la que ya practicaba el confinamiento
dominical muy a menudo y en que buena parte de mis aficiones son hogareñas:
perder el tiempo en las redes sociales, leer, escribir, mirar las musarañas. Y
tenemos internet, a Dios gracias. No quiero ni pensar qué hubiera pasado si en
la epidemia de cólera del verano de 1971, además de vacunarnos, nos hubieran
obligado a quedarnos en casa.
Mi
mayor problema en este confinamiento obligado de, al menos, quince días, va a
ser el papel higiénico. Quienes nos hemos acostumbrado a su uso regular tenemos
una dependencia mucho mayor que la de los fumadores. No fui previsor y no corrí
a aprovisionarme para todo el año, como parece que hicieron las personas
prudentes hace ya una semana. He comprobado mis reservas y solo me alcanzan para
unos pocos días más. Las últimas veces que he ido al supermercado he pensado en
comprar, pero el estante del papel higiénico estaba siempre vacío. Mi única
esperanza es que mañana, lunes, repongan el suministro y los imprudentes
podamos abastecernos una vez que todas las personas precavidas ya tienen cubiertas
sus necesidades para los próximos meses. Me sorprende que el real decreto del
estado de alarma ni siquiera mencione el problema del papel higiénico, y que
tampoco hayan hecho la más mínima mención de ello en sus discursos Pedro Sánchez
o Pablo Casado. Muy mal.
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