Siguiendo las recomendaciones del director general de Salud del Gobierno de Navarra, que dijo ayer que las personas asintomáticas podían salir al aire libre ya que no tienen ninguna restricción y, siempre que no haya aglomeraciones, es algo muy sano, esta mañana he salido a pasear por los alrededores de Pamplona. Vale, que lo suelo hacer los sábados y lo hubiera hecho sin epidemia y sin que el director general dijera nada, pero tal como están las cosas hay que ir justificándose. La gente ha pensado que la recomendación de quedarse en casa equivale a un aislamiento penitenciario, y ya he visto críticas en las redes sociales de las personas que hemos salido a tomar el aire, que no eran todas las de un sábado normal con buen tiempo pero que eran una cuantas. Por deformación profesional, o quizás ya estaba deformado de antes y por eso elegí profesión, me gusta cumplir las normas. Pero siempre que sean normas y estén claras. Espero impaciente a leer la letra pequeña del Boletín Oficial del Estado de mañana, para saber qué es lo que se puede, lo que no se puede, y lo que se debe hacer en los próximos días bajo el estado de alarma. Sobre todo, si mi función es imprescindible y si he de ir a trabajar o no.
Como de costumbre, en el paseo nos ha guiado José Antonio y hemos tomado algunos caminos por la Cendea de Galar. Como sucede de vez en cuando, nos ha acabado metiendo por lugares donde no había camino y hemos tenido que atravesar campos de cultivo convenientemente embarrados hasta salir a una carretera. Afortunadamente, no nos ha salido ningún agricultor furioso de que pisáramos su finca. Para la próxima salida, a saber cuándo será, voy a exigir un explorador indio que sepa por dónde nos lleva.
Luego hemos comido en uno de los escasísimos restaurantes abiertos en Pamplona. Ya sé que alguno lo tachará de imprudente, irresponsable e insolidario pero, como hemos comentado comiendo, estábamos tan poca gente que había allí menos riesgo de contagio que en muchos domicilios familiares donde se comparten miasmas, y mucho menos que en las colas para entrar en Mercadona o que en los pasillos del papel higiénico de los supermercados. Me parece bien que cierren los restaurantes, pero mientras todavía era legal comer en uno nos hemos tomado un menú con merluza al estilo Orio que nos ha servido de despedida de la hostelería para una temporada.
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