Estoy
muy preocupado, sobre todo como escritor, que lo soy a ratos. HBO Max, un servicio
de vídeo por internet, ha retirado temporalmente de su catálogo Lo que el
viento se llevó, y ha anunciado que volverá con un cartel que explique su
contexto histórico y que representa algunos de los prejuicios étnicos y
raciales que han sido habituales en la sociedad americana. Por lo visto, los
clientes de ese servicio, entre los que no me encuentro, son tan incultos que hay
que explicarles que cualquier película es fruto de su tiempo y refleja la
mentalidad de su época y de sus creadores. Debe de ser gente que no ha pasado
por la escuela o, si ha pasado, no ha aprendido nada. Supongo que tendrán que hacer
lo mismo con todas las películas y series de televisión que emitan. Explicar
que cuando se ve a Charlton Heston separar las aguas del Mar Rojo en Los
diez mandamientos no se está narrando un hecho histórico sino una bonita
alegoría sobre los orígenes del pueblo hebreo y su huida de Egipto. Explicar
que Vito Corleone y los suyos no eran simples hombres de negocios, como repiten
varias veces en El padrino, sino mafiosos, y que dejar cabezas de
caballo cortadas en la cama de alguien a quien se quiere amenazar no es una
práctica empresarial recomendable. O que las imágenes de Errol Flynn corriendo
el encierro en Fiesta/The Sun Also Rises no están filmadas en Pamplona
sino en Morelia, México, y que no es nada recomendable correr delante de los
toros mientras se bebe vino de una bota. Hay que proteger a quienes ven HBO Max
de su propia incultura y estupidez.
También
cuentan que, a raíz de las protestas contra el racismo que han estallado estos
días tras la alevosa muerte de George Floyd (protestas que comparto), los
creadores de la serie Friends han pedido disculpas por no haber incluido
mayor diversidad racial. Y que critican al difunto J. R. R. Tolkien por racista
y machista, ya que en la saga de El señor de los anillos hay demasiados
hombres blancos. Supongo que es cuestión de tiempo que a Tolstoi le reprochen
que en sus novelas hay demasiados rusos.
Hago
examen de conciencia y he de admitir que, quizás, yo también haya pecado. En
las tres novelas que he publicado hasta ahora todos los personajes son blancos,
no me he preocupado de introducir afrodescendientes o asiáticodescendientes. No
se me ocurrió que pintaran nada en una novela ambientada en Pamplona hace pocos
años cuyos protagonistas son gente adulta de Pamplona, nacida antes de que
hubiera una emigración considerable de otros continentes. Tampoco puse
diversidad racial en una novela ambientada en Madrid en 1849, me dejé llevar
por la idea de que entonces por allí no habría apenas magrebíes ni
subsaharianos. Y tampoco introduje diversidad racial en otra novela que salta
entre los años treinta del siglo XX y la actualidad en Andorra y España. A ver
si me corrijo en mis próximas novelas, si es que publico alguna, que la cosa
está muy difícil, y equilibro un poco mis personajes, distribuyéndolos entre
todas las razas y todos los continentes. También entre todas las orientaciones
sexuales, ideologías políticas y lenguas maternas. Afortunadamente, sí que he
puesto mujeres en mis novelas, incluso con algún papel relevante.
Pero
lo que realmente me quita el sueño es pensar cómo juzgarán mis obras dentro de
muchos años, o muchos siglos, caso de que no hayan acabado en la hoguera o en
la planta de reciclaje de papel. Si las generaciones futuras son como los clientes
de HBO Max, necesitarán que les expliquen que son libros escritos en una
determinada época, con un determinado punto de vista y que reflejan unos
determinados valores. Quizás, en el futuro, los valores cambien y mis futuros
lectores no advertidos se horroricen con personajes que viajan en vehículos
privados que utilizan combustibles de origen fósil; o que van a ver
espectáculos taurinos; o que comen carne; o que no reciclan sus residuos
orgánicos en su propio huerto urbano; o que es gente que nunca ha viajado al
espacio; o que no llevan en su móvil una app de prevención del COVID-80. Quizás
tenga que ir incluyendo ya en todo lo que escriba una petición de disculpas a
todo lector del futuro que se sienta molesto por algo.
Estimado
lector del futuro: esto está escrito en junio de 2020 con las limitaciones y
los bárbaros valores de esta época. Disculpe las molestias.
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