Qué
difícil encontrar palabras que describan bien, con precisión, lo que queremos
decir. La mayoría de las palabras que utilizamos son equívocas, ambiguas, pueden
referirse a significados distintos, a veces se nos quedan cortas para nombrar
todo lo que queremos nombrar, a veces van más allá de lo que queremos designar.
Dependiendo de quiénes sean nuestros interlocutores, puede que comprendan lo
que queremos decir, puede que entiendan otra cosa, puede que no entiendan nada,
quizás tengamos que embarcarnos en largas explicaciones y quizás todo finalice
en un enojoso debate semántico o filológico.
Toda
esta reflexión viene a cuento de una palabra que he descubierto en los últimos
días a causa de las noticias sobre la muerte de George Floyd en Mineápolis a manos,
o rodillas, de un policía, y de las movilizaciones antirracistas producidas en
todo el mundo. Afrodescendiente. Me he enterado de que ese término, afrodescendiente,
se adoptó en la Conferencia Regional de las Américas, celebrada en diciembre de
2000 en Santiago de Chile para preparar la III Conferencia Mundial contra el
Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de
Intolerancia que se celebró en Durban, Sudáfrica, en 2001, y que las Naciones
Unidas han declarado la Década Internacional de los Afrodescendientes 2015-2025
bajo el lema "Reconocimiento, Justicia y Desarrollo". Inicialmente esta
denominación se adoptó para reconocer a las personas descendientes de los
pueblos africanos llegados al continente americano en la época colonial a
través de la trata de esclavos, una ampliación del vocablo “afroamericano” al
que estamos acostumbrados por las películas y series de televisión estadounidenses
que lo utilizan para no decir “negro”, que se ha vuelto una palabra malsonante.
Siempre me ha parecido hipócrita lo de afroamericano, se evita decir negro pero
se sigue diciendo blanco, como si lo negro fuera malo y lo blanco no, y a los
blancos no se les llama “euroamericanos”, que sería lo propio, sino simplemente
“americanos”, sugiriendo que no necesitan mayor precisión porque son “normales”.
En España veo que también hay asociaciones y colectivos que se reclaman como
afroespañoles y afrodescendientes. En fin, me parece bien lo de
afrodescendientes en cuanto que sirva para luchar contra la discriminación y la
exclusión social de los descendientes de antiguos esclavos africanos, y también
de los emigrantes y descendientes de emigrantes africanos que han llegado y
llegan a otros continentes arrojados de sus países de origen por la pobreza, el
hambre o las guerras. Pero me incomoda un poco lo nebuloso del concepto “afrodescendiente”.
En realidad, todos los seres humanos somos afrodescendientes, parece ser que el
homo surgió hace dos o tres millones de años en los alrededores de
Etiopía y que nuestros antepasados salieron de África para extenderse por otros
continentes. Pero sin irnos a la Prehistoria, es bastante posible que todos los
habitantes de la península Ibérica tengamos, en mayor o menor proporción, algo
de sangre árabe o beréber, que entre nuestros antepasados haya alguno de los
moros que cruzaron el estrecho de Gibraltar con Táriq
ibn Ziyad, con los almorávides de Ibn
Tašufín o con los almohades de Abd al-Mumin. Los africanos que hoy llegan a
Europa son, simplemente, parientes nuestros que emigraron más tarde. Así que,
al hablar de afrodescendientes, no pensemos que nosotros no lo somos, que somos
distintos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario