Por tercer año consecutivo el
Ayuntamiento de Pamplona nos obsequia en diciembre con un ciclo de actividades
reunidas bajo el título de “Recuperando a Hemingway” y que incluye una
exposición en el cuarto de estar de la ciudad, en la plaza del Castillo. Estimable
iniciativa de la cual discrepo en el nombre. Debiera titularse como este
artículo, reinventando a Hemingway, ya que de eso se trata, no de leerle ni
conocerle sino de inventarse un nuevo Hemingway más adaptado a los tiempos.
El año pasado el ciclo se centró
en presentar “la privilegiada posición que tuvo Pamplona entre las personas y
artistas que marcaron la revolución cultural europea en los años 1920-1930” , en descubrir “cómo
Hemingway, en definitiva, situó a la ciudad en el eje cultural de Europa, una
posición que se truncaría con la Guerra Civil ”. Este año el propósito era mostrar
la cantidad de los importantes actores, actrices, guionistas y directores de
Hollywood que pasaron por Pamplona desde 1924 hasta la década de los 80, cómo
nuestra pequeña ciudad de provincias “entraba en el casi recién creado mundo
del cine de la mano de Ernest Hemingway” y “estuvo de moda” en el cine
americano. No habíamos sospechado que Pamplona fuese tan importante.
En ambas ediciones se ha citado
una larga relación de insignes personajes que acudieron a Pamplona o a conocer
los sanfermines llamados por la fama proporcionada por Hemingway. Hemos de
obviar el pequeño detalle de que muchos de ellos jamás vinieron a Pamplona.
Hace tiempo que, en estas mismas páginas, he aportado las pruebas de que
Gertrude Stein, Man Ray, Scott Fitzgerald, Cole Porter, Picasso, DorothyParker, Luis Quintanilla, Ava Gardner o Lauren Bacall no estuvieron nunca. Pese
a ello he propuesto que, igualmente, se les incluya en un futuro paseo de la
fama de visitantes ilustres que podría ubicarse a lo largo de la avenida Carlos
III. Cuando la leyenda es más rentable que la realidad, como se decía en El hombre que mató a Liberty Valance,
hay que imprimir la leyenda. Este año los responsables de “Recuperando a
Hemingway” vuelven a incluir entre las estrellas que nos visitaron a Man Ray,
Cole Porter, Ava Gardner (con la impagable leyenda de que en 1959 entró al
hotel Yoldi buscando desesperadamente a Luis Miguel Dominguín, pese a que este
no volvió a torear en Pamplona después de 1952) o Lauren Bacall (ilustrando su
supuesta visita con una foto tomada en junio de 1959 en el aeropuerto de
Málaga). Añaden nombres nuevos como Archibald MacLeish (que no estuvo con
Hemingway viendo toros en Pamplona en 1924, sino en Zaragoza en 1926) o Gary
Cooper (a este solo en el texto de la presentación del ciclo, no se le menciona
en la exposición), que también resulta más que dudoso que nos visitara. Pero, sin
duda, todos esos nombres dan mucho brillo a nuestras fiestas y lo darían
también a nuestro paseo de la fama.
En todo caso, con esta anual cita
cultural se persigue un loable propósito, crear nuevas leyendas sobre Hemingway
con las que sustituir a las leyendas anteriores, que se han quedado obsoletas.
El escritor ha prestado inestimables servicios a Pamplona y a sus fiestas, pero
se trata de un personaje que necesita renovación, su imagen empieza a resultar
incómoda y políticamente incorrecta para estos tiempos. Un sujeto aficionado a
los toros y amigo de toreros, boxeador amateur, que además pescaba atunes en el
Caribe y cazaba leones, búfalos y antílopes en África, que bebía como un cosaco
y se vanagloriaba de que, tras entrar en París en 1944 al frente de las tropas
aliadas, se había dirigido a liberar el bar del hotel Ritz, sospechoso de
antisemitismo, mujeriego empedernido que periódicamente cambiaba de esposa y que
tuvo la desfachatez de escribir que los sanfermines no eran un lugar adecuado
para llevar a la propia mujer porque se convertía en una molestia; en suma, un
tipo empeñado en ejercer toda la vida de macho alfa. Igual que la propaganda
político-turística del franquismo tuvo que maquillar el pasado republicano de
Hemingway, soslayar la censura y prohibición a que había sometido sus obras y
presentarlo como un sincero admirador de España, de los toros, del sol, del
vino y del flamenco que no se metía en política (que alabase la revolución
cubana y se fotografiase haciendo buenas migas con Fidel Castro fue una pequeña
molestia perfectamente subsanable), hoy es preciso disimular que Hemingway, que
nunca pisó la universidad y que no frecuentó círculos intelectuales ni
literarios, venía a Pamplona principalmente a ver toros, a comer y a beber (igual
que sus amigos, los que de verdad vinieron con él a los sanfermines, aunque
casi ninguno repitió pese a escribir que se lo habían pasado en grande bebiendo
y bailando con unos rústicos montañeses ataviados con boinas y ristras de ajos
al cuello). No, la misión cultural de poner a Pamplona en el centro de las vanguardias
artísticas europeas de este nuevo Hemingway, mejor adaptado a un tiempo
postaurino y pospatriarcal, resulta mucho más adecuada para la promoción de
nuestra ciudad en el mercado del turismo de calidad, superando el de sol y
playa o toros y botellón. Que Hemingway despreciara a Hollywood, que nunca le
gustaran las películas que se hacían sobre sus libros y rabiara por haber enajenado
sus derechos y que tuviera sonados desencuentros con gente como Orson Welles, David
O. Selznick o Darryl F. Zanuck, no es óbice para no tenerlo por un imán de
estrellas del séptimo arte hacia nuestra ciudad. El fin justifica que nos
tomemos algunas libertades con los datos.
En fin, larga vida a este ciclo
para reinventar a Hemingway. La verdad os hará libres, pero la leyenda os hará
más felices.
Publicado en Diario de Noticias de 8 de diciembre de 2018
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