Desde esta pasada medianoche no se pueden publicar encuestas electorales. Lo dice la ley electoral. Pero se publican, sin ir más lejos El Periòdic d'Andorra anuncia que va a actualizar día a día durante toda la semana sus pronósticos sobre el Ayuntamiento de Barcelona. Se lo pueden permitir porque, obviamente, en Andorra no rigen las leyes españolas.
Esta no es más que una pequeña muestra de lo absurdas que son algunas de las normas de nuestra ley electoral que recoge, con pocas alteraciones, el sistema que se pactó en 1977 para celebrar las primeras elecciones tras el franquismo. Una época en que no solo no existía internet, es que tampoco existía otra televisión que TVE. El sistema ha quedado obsoleto por completo, pero ahí sigue. No hay voluntad de cambiarlo porque los partidos que podrían cambiarlo son los beneficiados. Y no sólo habría que cambiarlo por temas menores como lo de las encuestas, sino por temas más importantes como la ruptura de la proporcionalidad por el reparto de escaños en circunscripciones provinciales.
Habría que darle un buen meneo al sistema electoral. Entre otras cosas, a lo mejor podíamos eliminar esta tontería de los quince días de campaña electoral, que todos sabemos que es mentira. La campaña empieza mucho antes y no cesa el viernes a medianoche. Con disimulo, se sigue haciendo el sábado (¿o qué son todos esos reportajes sobre a qué dedican el día de reflexión los candidatos?) y el domingo (con los reportajes sobre cuándo y dónde y con quién han votado los principales candidatos). Hay países donde no regulan la campaña, y no pasa nada.
Yo copiaría el sistema electoral alemán. Copiaría otras cosas de Alemania, como la República federal. Ayer un opinante en un diario de Cordovilla retaba a los votantes de izquierdas a elegir como modelo entre Venezuela o Alemania. Claro que esos discursos siempre tienen trampa. Cuando reclamas como modelo a Alemania por el sistema electoral o el federalismo, tampoco vale. O si dices que no quieres copiar ni de Venezuela, ni de Cuba, ni de Corea del Norte, que son las caricaturas obvias para acusarnos de tercermundistas, como mínimo, que quieres ser muy europeo y te conformas con una educación pública como la de Finlandia, unos impuestos como los de Suecia, un sector público y una protección social como la de Dinamarca, una banca como la de Islandia y una separación Iglesia-Estado como la de Noruega. Y una derecha como la británica, que no se rasga las vestiduras por hacer un referéndum sobre la independencia escocesa y que tiene ministros que dimiten por una multa de tráfico (poca carrera iba a hacer allí Esperanza Aguirre). Entonces tampoco vale.
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