jueves, 7 de junio de 2018

Los ministros de la EGB






Del nuevo gobierno formado por Pedro Sánchez se puede decir, entre otras cosas, que supone la definitiva toma del poder por la generación de la EGB. La edad media de sus miembros es de 55 años y, salvo algunos históricos como Borrell, Robles o Celáa, la mayoría han nacido después de 1960, el año en que nací yo. Esa es la fecha de corte, porque quienes nacimos ese año hicimos todavía la primaria y el bachillerato instituidos por la Ley Moyano de 1857, aunque en la versión del bachillerato reformado por la Ley de Ruiz Giménez de 1953 según la cual “la  Enseñanza  Media  se  ajustará  a  las  normas del Dogma y  de  la Moral católicos  y  a  los principios  fundamentales  del  Movimiento  Nacional”. Los nacidos a partir de 1960 cursaron la EGB y el BUP establecidos por la Ley General de Educación, o Ley Villar Palasí, de 1970, todavía con “los Principios del Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino” a cuestas, pero que hablaba también como fines de “la formación humana integral, el desarrollo armónico de la personalidad y la preparación para el ejercicio responsable de la libertad, inspirados en el concepto cristiano de la vida y en la tradición y cultura patrias; la integración y promoción social y el fomento del espíritu de convivencia”

Aunque esas leyes no establecían cuál era el “idioma moderno” que debía cursarse, la norma fue que los bachilleres de Moyano y Ruiz Giménez estudiáramos francés, y que los hijos de la Ley Villar Palasí estudiaran inglés, un idioma mucho más moderno. Las generaciones anteriores a la EGB estudiamos el francés poco y mal, en aulas de cuarenta alumnos donde el único medio audiovisual era la pizarra, a veces un reproductor de cassettes, los vídeos o los ordenadores eran todavía cosas de ciencia-ficción. Muy pocos se podían permitir ir a Francia a perfeccionar un idioma del que solo éramos capaces de hablar cuatro frases mal pronunciadas, y solo algunos elegidos tenían la posibilidad de aprender inglés. La generación de la EGB pudo aprender inglés un poco mejor, incluso practicarlo viajando por el mundo porque le tocaron tiempos mejores en cuanto a desarrollo económico. Los dinosaurios que hicimos el antiguo bachillerato nos tuvimos que apañar para aprender fuera del sistema educativo, tarde y de nuevo mal, algunos rudimentos de la lengua de Shakespeare.

En fin, del bachillerato de 1953 nos han salido políticos como Aznar o Rajoy, sin idiomas (Aznar aprendió inglés cuando dejó de ser presidente, de Rajoy todavía esperamos que algún día aprenda a hablar correctamente el castellano), y de la EGB nos han salido Pedro Sánchez y sus ministros, con el fluido inglés que ya es requisito indispensable para no pasar por un gañán a la hora de buscar trabajo.

¿Era mejor el bachillerato que la EGB? ¿Era mejor el BUP que la actual ESO? No faltan voces, desde Platón, que lamentan la falta de educación de las generaciones jóvenes y añoran tiempos pasados, incluidos sus planes de estudios. Mucha gente de mi edad hace la loa del antiguo bachillerato asegurando que proporcionaba una buena cultura general de la que carecen las siguientes generaciones. El prestigio del bachillerato viene de antiguo, cuando no todo el mundo podía acceder a él. Cuentan que a Manuel Jiménez Fernández, fervoroso católico y ministro de Agricultura en 1934 por la CEDA, de la que acabó defraudado al comprobar que no se tomaba en serio ni la Doctrina Social de la Iglesia ni la reforma agraria, le preguntaron sobre sus malas relaciones con la jerarquía eclesiástica y dijo: “No tengo nada contra los obispos españoles, salvo dos cosas: no creen en Dios y no han hecho el bachillerato”. Yo soy un poco más escéptico sobre las virtudes del antiguo bachillerato. He conocido condiscípulos míos perfectamente incultos y ágrafos. También conozco a muchos que superaron la EGB y el BUP bien preparados, y a otros que salieron casi con la misma ignorancia con la que ingresaron en el sistema educativo. Me temo que, más que los planes de estudios, influyen el carácter personal, la influencia familiar, la situación económica y las buenas o malas compañías.

En fin, bienvenidos los hijos de la EGB al poder, esperemos en que nos vayan jubilando a los hijos del antiguo bachillerato con una pensión digna.

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