Del
nuevo gobierno formado por Pedro Sánchez se puede decir, entre otras cosas, que
supone la definitiva toma del poder por la generación de la
EGB. La edad media de sus miembros es de 55
años y, salvo algunos históricos como Borrell, Robles o Celáa, la mayoría han
nacido después de 1960, el año en que nací yo. Esa es la fecha de corte, porque
quienes nacimos ese año hicimos todavía la primaria y el bachillerato instituidos
por la Ley Moyano
de 1857, aunque en la versión del bachillerato reformado por la Ley de Ruiz Giménez de 1953
según la cual “la Enseñanza
Media se ajustará
a las normas del Dogma y de la Moral católicos y
a los principios fundamentales
del Movimiento Nacional”. Los nacidos a partir de 1960
cursaron la EGB y
el BUP establecidos por la Ley General
de Educación, o Ley Villar Palasí, de 1970, todavía con “los Principios del
Movimiento Nacional y demás Leyes Fundamentales del Reino” a cuestas, pero que
hablaba también como fines de “la formación humana integral, el desarrollo
armónico de la personalidad y la preparación para el ejercicio responsable de
la libertad, inspirados en el concepto cristiano de la vida y en la tradición y
cultura patrias; la integración y promoción social y el fomento del espíritu de
convivencia”
Aunque
esas leyes no establecían cuál era el “idioma moderno” que debía cursarse, la
norma fue que los bachilleres de Moyano y Ruiz Giménez estudiáramos francés, y que
los hijos de la Ley Villar
Palasí estudiaran inglés, un idioma mucho más moderno. Las generaciones
anteriores a la EGB
estudiamos el francés poco y mal, en aulas de cuarenta alumnos donde el único
medio audiovisual era la pizarra, a veces un reproductor de cassettes, los vídeos
o los ordenadores eran todavía cosas de ciencia-ficción. Muy pocos se podían
permitir ir a Francia a perfeccionar un idioma del que solo éramos capaces de
hablar cuatro frases mal pronunciadas, y solo algunos elegidos tenían la posibilidad
de aprender inglés. La generación de la
EGB pudo aprender inglés un poco mejor, incluso practicarlo
viajando por el mundo porque le tocaron tiempos mejores en cuanto a desarrollo
económico. Los dinosaurios que hicimos el antiguo bachillerato nos tuvimos que
apañar para aprender fuera del sistema educativo, tarde y de nuevo mal, algunos
rudimentos de la lengua de Shakespeare.
En
fin, del bachillerato de 1953 nos han salido políticos como Aznar o Rajoy, sin
idiomas (Aznar aprendió inglés cuando dejó de ser presidente, de Rajoy todavía
esperamos que algún día aprenda a hablar correctamente el castellano), y de la EGB nos han salido Pedro
Sánchez y sus ministros, con el fluido inglés que ya es requisito indispensable
para no pasar por un gañán a la hora de buscar trabajo.
¿Era
mejor el bachillerato que la EGB?
¿Era mejor el BUP que la actual ESO? No faltan voces, desde Platón, que
lamentan la falta de educación de las generaciones jóvenes y añoran tiempos
pasados, incluidos sus planes de estudios. Mucha gente de mi edad hace la loa
del antiguo bachillerato asegurando que proporcionaba una buena cultura general
de la que carecen las siguientes generaciones. El prestigio del bachillerato
viene de antiguo, cuando no todo el mundo podía acceder a él. Cuentan que a Manuel
Jiménez Fernández, fervoroso católico y ministro de Agricultura en 1934 por la CEDA, de la que acabó
defraudado al comprobar que no se tomaba en serio ni la Doctrina Social de
la Iglesia ni
la reforma agraria, le preguntaron sobre sus malas relaciones con la jerarquía
eclesiástica y dijo: “No tengo nada contra los obispos españoles, salvo dos
cosas: no creen en Dios y no han hecho el bachillerato”. Yo soy un poco más escéptico
sobre las virtudes del antiguo bachillerato. He conocido condiscípulos míos
perfectamente incultos y ágrafos. También conozco a muchos que superaron la EGB y el BUP bien preparados,
y a otros que salieron casi con la misma ignorancia con la que ingresaron en el
sistema educativo. Me temo que, más que los planes de estudios, influyen el carácter
personal, la influencia familiar, la situación económica y las buenas o malas
compañías.
En
fin, bienvenidos los hijos de la
EGB al poder, esperemos en que nos vayan jubilando a los hijos
del antiguo bachillerato con una pensión digna.
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