No
sé si es bueno que la historia sea objeto de titulares en la prensa. La
historia, como ciencia, debe acercarnos al conocimiento de los hechos sucedidos
en el pasado y ayudarnos a su interpretación. La prensa, en teoría, nos debe
acercar al conocimiento de los hechos del presente, pero con frecuencia a lo
que se dedica es a la propaganda política, en un sentido o en otro, o a
fabricar titulares cuanto más escandalosos y llamativos, mejor, al margen de su
ajuste a la realidad.
Digo
esto por el debate que ha montado estos días el otrora prestigioso periódico El País a cuenta de los hechos
protagonizados por Miguel de Unamuno el 12 de octubre de 1936, donde se enfrentó
al general Millán Astray y que supuso su ruptura con el recién instaurado
régimen franquista y su ostracismo. La polémica se inicia con un titular muy
llamativo: “Lo
que Unamuno nunca le dijo a Millán Astray”. Sergio Molina, un historiador
salmantino, considera que los hechos de aquel día se han exagerado, que se trató
de “un acto brutalmente banal, donde se dieron cuatro voces y se despidieron a
la salida”. Otros historiadores consideran que, aunque no se conozcan las
palabras exactas de los discursos pronunciados ese día y se hayan difundidos versiones
muy literarias de ellos, el enfrentamiento existió y tuvo bastante calado, lo
que da lugar a otro titular igualmente altisonante: “Miguel
de Unamuno vence: el mito se mantiene en pie”.
Por
lo que he visto, nadie cita lo que hoy llamamos Boletín Oficial del Estado, que en aquellos azarosos días tenía dos
ediciones bien distintas, una impresa en Madrid por el Gobierno de la República (Gaceta de Madrid) y la otra en Burgos
por los sublevados (Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional de
España). Creo que da algunas pistas sobre esta historia de cómo el
republicano Miguel de Unamuno pasó de apoyar el alzamiento militar de julio de 1936 a enfrentarse a sus
promotores y a ser proscrito de la vida oficial.
El
23 de agosto de 1936 se publica en la
Gaceta de Madrid el cese de Unamuno como
rector vitalicio de la
Universidad de Salamanca. Se trasluce en la exposición de
motivos del decreto el dolor de los gobernantes ante lo que interpretan como
una traición a la República. El
4 de septiembre siguiente se publica en el Boletín
Oficial de la Junta
de Defensa Nacional de España otro decreto en sentido opuesto, confirmando a Unamuno como rector. De su texto se deduce
el alborozo de los sublevados por haber conseguido el apoyo de tan prestigioso
intelectual. El 28 de octubre un nuevo decreto firmado por Franco le destituye
definitivamente como rector. La ausencia de motivación expresa, mejor que cualquier
texto, indica la afrenta que provocaron las palabras de Unamuno en el acto del 12 de
octubre.
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