(Publicado en el especial de sanfermines de Diario de Noticias de 5 de julio de 2024).
El chupinazo, o el cohete, de ambas formas lo llamamos, en Pamplona va unido indisolublemente al inicio de las fiestas de San Fermín. Sin embargo, hasta el año 1900 el primer acto de las fiestas fue la Marcha a Vísperas en la tarde del día 6 de julio. Solía anunciarse así en el programa: «A las cuatro y media de la tarde el Excelentísimo Ayuntamiento, precedido de su comitiva de maceros, alguaciles, clarines y timbales, y de los gigantes y cabezudos con las músicas y dulzainas, se trasladará a la capilla de San Fermín, donde se cantarán solemnes vísperas».
El acta de la sesión del Pleno municipal celebrada el 4 de julio de 1901
recoge lo siguiente: «El Sr. [Teodosio] Sagüés dio cuenta de que
la Comisión de Festejos había dispuesto que el día 6 se anunciara a la hora de
las 12 con disparo de cohetes el comienzo de las fiestas, y se trató nuevamente
de dirigir una excitación al vecindario para que adornara los balcones con
colgaduras durante las fiestas, y el Sr. Alcalde ofreció publicarla en un bando
invitando al vecindario a hacerlo así». Y, efectivamente, al día siguiente se
publicó el bando invitando al vecindario a poner colgaduras en ventanas y
balcones durante todas las fiestas, es decir, a partir de las doce del día 6; de esa época
viene también la costumbre de engalanar con los reposteros la fachada de la
Casa Consistorial durante todos los sanfermines. En años anteriores, se solía invitar a poner las colgaduras para la procesión de San
Fermín. El Eco de Navarra de 7 de julio de 1901 contaba lo que sigue:
«Como habíamos anunciado, ayer al mediodía quedaron inauguradas las fiestas de
esta capital. Al sonar la última campanada de las doce, estalló en la Plaza del
Castillo el primer chupinazo, al que siguieron otros, alternando con el disparo
de voladores. Y fue cosa de ver la animación que de repente se produjo en dicha
gran plaza». A partir de
entonces se empezó a considerar que en ese momento quedaban iniciadas las
fiestas, aunque hasta 1910 no se incluyó la «inauguración» en el programa oficial.
A principios del siglo XX era
usual en la prensa navarra utilizar la palabra chupinazo como sinónimo de
disparo de cohete o del propio cohete y, así, se habla lo mismo del «primer chupinazo» que del «primer cohete» de las fiestas, así como
del chupinazo que da la señal de iniciar el encierro, de los chupinazos que
reciben a Pablo Sarasate al llegar a Pamplona o de los chupinazos que se
disparan con motivo de diversas festividades o acontecimientos a lo largo del
año.
Hasta después de 1941 no aparece
el primer cohete como acto diferenciado en el programa de las fiestas de San
Fermín. Con anterioridad se aludía solo al disparo de chupinazos o disparo de cohetes «en distintos puntos de
la población» a las doce del día 6 de julio, coincidiendo con el volteo de
campanas y con la salida de las bandas de música por las calles de la ciudad.
En la plaza del Castillo solía disparar los cohetes una empresa pirotécnica de
las contratadas por el Ayuntamiento (muy frecuentemente la de Manuel Oroquieta)
y se hizo habitual que se congregara cada vez más público y algunos personajes
notables de la ciudad, no todavía ninguna autoridad (y así, en 1930, a la hora
del cohete, todas las autoridades, incluido el ministro de Trabajo de visita en
Pamplona, estaban en la Taconera celebrando el Homenaje a la Vejez). El acto
fue cobrando solemnidad y en los años 30 Juan Echepare Aramendía, castizo estanquero
y dirigente republicano, varias veces pidió a los operarios que le dejaran
prender la mecha del primer cohete; en 1932 La Voz de Navarra así le
retrata en la primera fotografía del chupinazo publicada en la prensa. Tras la guerra
civil, en 1939, los periodistas Joaquín
Ilundáin Tulie y José María Pérez Salazar («nuestros camaradas Jokintxo y Salazar», indicaba el diario falangista Arriba España) proponen al alcalde, Tomás Mata Lizaso, que
preste mayor ceremonial al acto prendiendo el primer chupinazo; Mata declina la invitación pero
sugiere a Ilundáin que lo dispare él mismo, cosa que hace ese año y los
siguientes. En 1941, Ilundáin era teniente de alcalde y desempeñaba la alcaldía José Garrán Moso, se introduce un
cambio importante. Señala el programa de fiestas de aquel año: «A las doce
horas en punto se anunciará el comienzo de las fiestas con un repique general
de campanas y el disparo de chupinazos desde la Casa del Ayuntarniento y otros
puntos de la población». A partir de 1945 la referencia al disparo de «chupinazos» se sustituye por la de «un chupinazo».
Establecido oficialmente el acto del lanzamiento desde la Casa Consistorial y por el concejal que preside la comisión municipal de festejos, el programa de fiestas duda a lo largo de varias décadas sobre su exacta denominación. Unos años lo llama disparo del «cohete anunciador», las más veces disparo del «chupinazo» que inicia las fiestas. El redactor del programa de 1971 combina las dos denominaciones con gran precisión terminológica y señala que a las doce el presidente de la comisión «lanzará al espacio el primer cohete de las fiestas que con su CHUPINAZO anunciará el instante del comienzo de las mismas». Después de que en los dos años siguientes el programa hable del «cohete anunciador», el de 1974 vuelve a referirse al chupinazo anunciador del comienzo de las fiestas y, desde entonces, queda ya consagrado de forma inamovible el término. Tan consagrado que el DRAE, que en la 16ª edición de 1936 lo había incorporado como «disparo hecho con una especie de mortero en los fuegos artificiales, cuya carga son candelillas», desde su 21ª edición de 1992 da este significado a «chupinazo»: «Disparo hecho con un cohete que señala el comienzo de un festejo». Los demás cohetes, los que se lanzan durante el encierro o para festejar una victoria deportiva, ya no son chupinazos, son cohetes.
¿De dónde viene la palabra «chupinazo»? Sobre «cohete», término presente ya en el Tesoro de la Lengua Castellana o Española de Sebastián de Covarrubias (1611), y en todos los diccionarios de la RAE, hay menos discusión; parece proceder del catalán coet, y este del latín cauda, que significa cola. Pero el origen del término chupinazo, relativamente reciente, resulta algo más controvertido. ¿Viene del euskera, como creen muchos? Todo lo que se escribe con tx, como txupinazo, o pintxo, o txalupa, crea la apariencia de tener origen vascónico, aunque pincho en última instancia venga del latín punctus y chalupa del neerlandés sloep a través del francés chaloupe. En su declaración de 1993 sobre la grafía de apellidos de origen no vasco, Euskaltzaindia ya advertía sobre «la profusión de grafías pretendidamente vascas en nombres comunes que no pertenecen al acervo euskaldun, como kaña, intsumiso, txupinazo, etc.».
Chupinazo parece provenir del occitano topin, que significa
olla de barro, y este probablemente viene del alemán antiguo topphin
(hoy topf), como recoge el Diccionario Crítico Etimológico Castellano
e Hispánico de Joan Corominas. La influencia del occitano se percibe
también en el catalán tupí, olla de barro con un asa. En nuestra tierra
se adoptó como «tupín», en castellano, y tupina o dupina, en
euskera, para describir una cacerola de tres patas que se utilizaba,
entre otras cosas, con fines pirotécnicos. Tupín derivó luego en «chupín», palatalizando la te. El DRAE recoge «tupín» como voz propia de Álava y de Navarra con el significado de «marmita
con tres pies». José María Iribarren, en su Vocabulario Navarro, recoge
el uso de «tupín» como cacerola en diversas zonas de Navarra.
Su uso debe de tener varios siglos de antigüedad porque Manuel de Larramendi, en
su Diccionario Trilingüe del Castellano, Bascuence y Latin (1745), ya
considera como voz vasca chupina, con el significado de «morterete de mano, que se dispara en las fiestas», y tupina como «olla de hierro colado»; en cambio, para cohete remite a los términos ciriricua o sugoaira.
El Diccionario vasco-español-francés de Azkue (1906), también incluye tupin
o dupin como marmita y «chupín» como vulgarismo por mortero. Según el DRAE,
«morterete» es «pieza pequeña de hierro, con su fogón, que usan en las
festividades, atacándola de pólvora, y cuyo disparo imita la salva de
artillería». Federico Baraibar Zumárraga, en su Vocabulario de palabras
usadas en Álava (1903), recoge «chupinazo» como «disparo estrepitoso que en las fiestas y regocijos populares se hace con
un morterete llamado “chupin” con igual sufijo “azo” que de cañón, “cañonazo”». Pero no solo en Álava y Navarra, la palabra «chupín» también fue muy empleada en Vizcaya y
Guipúzcoa. Miren Aintzane Eguiluz, en El dominio sensorial: fuegos
artificiales en la fiesta barroca vizcaína (2021), explica que los chupines
eran «cohetes muy
ruidosos lanzados mediante tubos de hierro, también llamados chupines», y que en Bilbao dieron
origen al oficio de chupinero, en ciertas épocas reservado a las mujeres. Según
dice Emiliano de Arriaga en su Lexicón etimológico, naturalista y popular
del bilbaíno neto, de 1896, por extensión se llamaba «chupín» también a la «escopeta chimbera», la de balines para cazar
pájaros. Por su parte, Serapio Múgica, en su Geografía de Guipúzcoa (1918),
describe en la llegada de los restos del padre Julián de Lizardi a su localidad
natal de Asteasu en 1902 «el
volteo de las campanas y el estampido de cohetes y chupines». Esta distinción se hace
entre cohetes de caña, o voladores, y cargas de pólvora o salvas disparadas
desde un chupín. En la prensa del siglo XIX suele aparecer la palabra «chupín» para referirse a esos
disparos festivos propios del País Vasco, tan habituales y tradicionales que el
periódico Irurac-bat de Bilbao, en agosto de 1857, se refiere al «histórico chupín vizcaíno» empleado en la ceremonia
de toma de posesión de los diputados forales. Escribe la Gaceta de Madrid
de 4 de septiembre de 1845 sobre la visita a Bilbao de Isabel II, acompañada de
su madre, la reina M.ª Cristina: «Todo estaba dispuesto cuando a las cinco de
la tarde empezaron los cohetes, los morteretes (aquí chupines); las campanas,
el alboroto de la gente y una gran confusión y algazara anunciaron la
proximidad de las augustas viajeras». La enciclopedia Espasa, editada a partir
de 1908, que considera el término como propio de las provincias vascongadas, define
«chupinazo» como «especie de cohetes que se
disparan en las fiestas populares».
Posiblemente por esta vinculación del disparo de chupines con los países
vascos, las Memorias de la Real Academia Española (1903, tomo 9)
consideran que «tupín», «olla con tres pies, hecha de hierro colado», proviene
«del vascuence tupín, que significa lo mismo», mientras que «chupinazo» es
«disparo estrepitoso, que en las fiestas y regocijos públicos se hace con un
morterete llamado chupín». Sin embargo, el DRAE corregirá posteriormente ese
criterio para ligar tupín con el provenzal topin. Fuera del ámbito
vasco, la voz chupín tenía y tiene otro significado, en el DRAE como «chupa
corta», mientras que «chupa» es «prenda de vestir, del francés jupe, y
este del árabe clásico gubbah». En América se llama también «chupín» a
un guiso de pescado, parece que el término deriva del italiano o genovés ciuppin.
En algún momento hacia mediados del
siglo XIX la expresión «disparo
de chupines» va siendo
desplazada por «chupinazos», vocablo derivado, como
señalaba Baraibar, con la misma lógica
que, en castellano, de cañón surgió cañonazo (en el fútbol, y no por
casualidad, desde las primeras décadas del siglo XX se adoptan ambos términos
como sinónimos y con el significado de fuerte disparo de balón). Así, el diario
La Unión Vasco-Navarra de Bilbao informa el 17 de julio de 1881 del
accidente ocurrido en una romería en Barakaldo con una víctima mortal y cuenta
que «al disparar un chupinazo debió reventar el chupín, ya por tener demasiada
carga o por cualquier otro motivo». En el siglo XX, cuando se comienza a
disparar el chupinazo pamplonés, el término chupín había empezado a quedar en
desuso y parece que el disparo con chupines desplazado por el de cohetes, mucho
más cómodos y seguros.
En 1978 surge la Semana Grande de
Bilbao que, a semejanza de las fiestas de tantas otras localidades, se inicia
con el disparo de un cohete al que se prefirió bautizar como «chupín» o txupin,
recuperando esta expresión antigua —aunque lo que se dispara no es un morterete
sino un cohete de caña—, y que es lanzado por una chupinera o txupinera,
cargo también resucitado. Esto ha dado lugar a que algunos supongan, erróneamente, que, en origen, txupin
era una palabra eusquérica que significaba cohete y de la que derivó txupinazo
como disparo de un cohete. El significado original que tradicionalmente
aparecía en los diccionarios de euskera para txupin ha sido «chaleco»,
un claro préstamo procedente del castellano y del francés (así, el de Azkue,
que tampoco incluye txupinazo y sí ziririko para cohete). Algún diccionario reciente ha incorporado este segundo y moderno significado
para txupin como «tiro, chupinazo» (diccionario Labayru) o como «cohete» (Libro de Estilo del periódico Berria);
pero la mayoría, incluido el de Euskaltzaindia, lo ignora y solo ha recogido,
procedente del castellano, txupinazo como cohete que inicia unas fiestas.