Con
ocasión de la aprobación en Irlanda por referéndum del matrimonio de personas
del mismo sexo me ha llamado la atención la cantidad de opinadores que resaltaban
lo paradójico de que esa aprobación se produjera en un país tan católico.
Me
temo que quienes hacen ese comentario caen en un estereotipo fácil que no
resiste apenas contraste con la realidad. Se supone que, ya que la jerarquía de
la Iglesia
católica (es decir, una minoría de la Iglesia católica, la cual está compuesta en su
inmensa mayoría por laicos que en muchas cuestiones suelen apartarse de las
recomendaciones de sus pastores) se pronuncia reiteradamente en contra de ese
matrimonio, resulta lógico pensar que en los países de mayoría o de tradición
católica resulta más difícil o improbable que se apruebe la medida. Se supone
también que los prejuicios contra la homosexualidad estarán más arraigados
cuanto mayor sea la influencia de la
Iglesia católica (o del cristianismo, en general, añadirían
algunos) en un país.
Lo
cierto es que esa supuesta correlación entre influencia católica y prohibición
del matrimonio de personas del mismo sexo simplemente no existe. De los
veintidós países que, según mis cuentas, han aprobado hasta el momento el
matrimonio de personas del mismo sexo resulta que todos ellos son de tradición
cristiana y, la mayoría, de tradición católica. Antes que la católica Irlanda
aprobaron la medida países de no menor tradición católica como Bélgica, España,
Portugal, Francia, Eslovenia, Luxemburgo, Canadá, Argentina, Uruguay, Brasil y
algunos estados de México. Se puede pensar que el avance del matrimonio
homosexual va parejo al descenso de la influencia de las creencias y de la
práctica religiosa en esos países. Quizás pueda afirmarse eso en Europa, pero
no desde luego en Brasil y menos en Estados Unidos, donde el primer estado en
permitirlo fue Massachussets, en el cual los católicos constituyen tradicionalmente
la primera comunidad religiosa. Curioso resulta también el caso del Reino
Unido. El matrimonio de personas del mismo sexo está aprobado en Inglaterra,
Gales y Escocia; en Irlanda del Norte fue rechazado por su parlamento donde
votaron a favor los partidos de mayoría católica y en contra los de mayoría
protestante.
En
fin, que sin negar que la influencia de la religión pueda ser uno de los muchos
factores que deben analizarse en cuestiones políticas como esta, la simplista
correlación que se hace entre influencia católica y dificultad para la
aprobación del matrimonio de personas del mismo sexo debe ser puesta en
cuarentena. Tampoco nos vamos a lanzar a la fácil conclusión contraria de que
en los países católicos sea más fácil que se apruebe. Sin duda, la cuestión es
mucho más compleja y habría que analizar muchos otros factores.